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Retrato íntimo de Angela Merkel

Hablan los expresidentes Zapatero y Rajoy

 Acaba la era Merkel. Después de 16 años dirigiendo Alemania y Europa con mano de hierro, la canciller deja la política. De personalidad impenetrable hasta para los propios alemanes, hablamos con dos expresidentes del Gobierno y dos empresarios, César Alierta y Juan María Nim, que la han conocido bien para que nos ayuden a perfilar su figura.

Era la líder de la letra pequeña. La recuerdo siempre repasando hasta el último momento cada línea de los textos que aprobábamos. Llevaba en la piel esa exhaustividad de la que tienen fama los alemanes». Así recuerda a Angela Merkel José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente español que la vio llegar al poder. Angela Dorothea Kasner –adoptó el ‘Merkel’ de su primer marido–, nacida en Hamburgo el 17 de julio de 1954, se convirtió en la primera canciller en la historia de Alemania en noviembre de 2005 y, durante los primeros seis años de su mandato, que culmina este 26 de septiembre, día de las próximas elecciones federales, Rodríguez Zapatero fue su principal interlocutor en España.

«Hay que hacer un reconocimiento a su figura –sostiene el antiguo líder socialista–. Le ha tocado vivir más años de crisis que de estabilidad, pero su liderazgo ha sido decisivo para salvar el proyecto de la Unión Europa». El expresidente rememora una conversación con ella a propósito de la línea de crédito que la canciller le sugirió solicitar para nuestro país en 2011, poco antes de terminar su mandato. «Cuando le contesté negativamente, no insistió. Tiene una seriedad amable y fue extremadamente correcta. La presión estaba en Berlusconi, que huía de Merkel por los pasillos…». El antiguo primer ministro italiano, de hecho, «estaba en las antípodas de las formas y el contenido de Merkel –subraya Rodríguez Zapatero–. El despilfarro y el machismo eran lo que más hería su sensibilidad».

Una mujer de «pocos defectos». Así la ven quienes más trataron con ella durante sus 16 años como canciller. Entre ellos, Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de 2011 a 2018 y el español con quien mantuvo una relación más estrecha y personal. Todo lo personal, al menos, que permitía una mujer tan insondable como ella. Se conocieron, de hecho, antes de que ella fuera canciller, en un gesto que Rajoy le agradecerá toda su vida. Acababa de perder las generales de 2004 –el célebre 14-M–, pero Merkel no vaciló en asistir al Congreso del Partido Popular y respaldar a Rajoy ante toda la derecha europea. «Yo le pedí que viniese a clausurar el Congreso, como presidenta de la CDU (Unión Demócrata Cristiana), después de haber perdido en las urnas. Esos gestos en momentos así tienen más valor. Se lo agradecí mucho. Recuerdo que, siendo muy distintos, nos caímos bien. Ella es muy directa y yo, no tanto», admite el expresidente.

‘Una política poco habitual’ es otro de los calificativos que brotan con frecuencia al hablar de Merkel. Nació en la RDA y conocer de primera mano el comunismo fue capital en su devenir político. «En la Alemania del Este, Merkel se dio cuenta de que el socialismo no funcionaba. Desde muy joven supo lo que significó la Segunda Guerra Mundial, con la división del país, y tuvo claro que no podía volver a suceder». Así resume César Alierta, presidente de Telefónica de 2000 a 2016 y uno de los pocos españoles con interlocución directa con ella, la filosofía de la ‘Dama de Hierro’. «Es la única persona de Europa con visión global y de futuro –añade–. La más lista y la más operativa». Alierta la conoció en un almuerzo en la Cancillería para ocho presidentes de compañías de la Mesa Redonda Europea de Industriales, el más influyente grupo de empresarios de la UE. «Pensé que tenía que distinguirme de los demás y, en el segundo plato, empecé a hablarle de Latinoamérica y le interesó mucho. A partir de entonces, me invitaba siempre a estas comidas, cada seis meses», relata.

En aquel primer encuentro, Alierta le aconsejó «tirar a la basura» su smartphone y fiarse más de los teléfonos analógicos –como el Nokia de 1998 que él utiliza– para no ser espiada. A los pocos días convocó al directivo a una reunión privada para profundizar en la amenaza de los gigantes tecnológicos. Tras ese encuentro se inició una fuerte relación de confianza. «Directa, sin secretarias de por medio, muy de verdad y sincera», evoca Alierta. Tanto es así que cuando dimitió de su cargo en Telefónica, en marzo de 2016, ella fue de las primeras en enterarse. «Me fui primero al Vaticano a contárselo al Papa (mantiene una gran amistad con él) y al salir llamé a Angela», relata, destacando, de paso, su gran sintonía en temas eclesiásticos. Alierta, de hecho, transmite un inmoderado entusiasmo hacia ella.

La ‘era Merkel’ y la gran crisis

Decir que vivimos en la ‘era Merkel’ no parece exagerado. Ha gobernado cuatro legislaturas consecutivas presidiendo dos veces el Consejo de la UE. Todo un récord que asumió como líder indiscutible de Europa y, por tanto, salvavidas de las crisis entre sus miembros. España entre ellos, como cuando tuvimos que afrontar la desaforada deuda derivada de la crisis de 2008.

«El diagnóstico era un agujero de 200.000 millones de euros», afirma Juan María Nin, consejero delegado de La Caixa en aquellos días. Se lo dijo la propia Merkel un día de junio de 2012. Nin estaba en Brasil en un viaje de trabajo cuando, a las ocho de la mañana, sonó su teléfono. «Le esperamos a las 13:45 de mañana en Berlín», le dijeron desde el gabinete de «madam chancellor». «Nunca había hablado con Merkel –rememora el banquero–. Había estado en la reunión del Grupo Bilderberg, en Washington, con los empresarios más importantes de Alemania, y alguien debió de contarle que había un español que les merecía confianza. De camino a la reunión con Merkel pensé que la delicada situación de España debía de concernirle mucho porque, de lo contrario, no llamaría a un ‘privado’ como yo. Significaba que necesitaba contrastar las opiniones de Rajoy y del Banco de España. Hablé antes con Rajoy para confirmar la posición del Gobierno y recuerdo que me dijo la frase histórica: ‘Este tema lo llevamos Obama, Merkel y yo’. Y es verdad, porque los americanos nos apoyaron muchísimo».

La conversación con Merkel fue «tensa, muy medida y nada relajada», de casi dos horas, media más de lo previsto, en la que se decidió cerrar el rescate bancario en 100.000 millones de euros. «Me quedé muy impresionado porque era muy consciente de su responsabilidad. Es una mujer de una gran solidez conceptual; sin florituras, directa al grano. Pasó de mostrar una mirada azul de hielo, de husky siberiano, a una progresiva calidez en la soledad de la salita de atrás de su despacho, donde estábamos –cuenta Nin–. Es de esas personas que te dejan marcado. Una mujer extremadamente sólida. ¡Qué suerte hemos tenido los españoles de tenerla! ¡Cuánto ha hecho por nosotros!».

Merkel convenció a su gabinete, a la Comisión Europea y al resto de los líderes de que Alemania apoyase la línea de crédito de 100.000 millones a España. Esquivaba así lo que podía haber causado un terremoto europeo.

«Ella vio que nos lo tomábamos muy en serio y que estábamos haciendo un esfuerzo tremendo –añade Rajoy–. Merkel tiene una gran ventaja: que escucha. Hay otros que te dan una conferencia, pero ella escucha de verdad». Se reunían a solas con frecuencia y su relación fue más allá de la de dos mandatarios. En agosto de 2014, la invitó incluso a recorrer un tramo del Camino de Santiago. «Pensábamos que iba a ser positivo para conocerla mejor y entrar en temas más humanos». Anduvieron cinco kilómetros por el municipio de O Pino, donde el abuelo de Rajoy había sido médico. «Creo que le gustó. Es muy andarina».

Con Rajoy, Merkel descubrió los percebes y los pimientos de Padrón. Terminada la caminata cenaron en un restaurante del casco antiguo. La fuente de pimientos «se evaporó» y no fueron ni Rajoy ni la traductora quienes dieron cuenta de ella. El viaje fue un éxito y Merkel le devolvió la invitación un año después con otra caminata por los alrededores del castillo de Meseberg, al norte de Berlín. La propia Merkel calculó la distancia que recorrieron en Santiago y la repitió. Terminaron a la una de la madrugada, tras una cena «bien regada con vino español –revela el expresidente–. Fue muy generosa y esa noche hablamos de todo en una conversación muy humana».

Esa visita de Rajoy coincidió con una de las mayores crisis que atravesó Merkel en 16 años de mandato: la de los refugiados. Ante la avalancha de personas que huían de Siria, Irak o Afganistán, Merkel optó por la respuesta cristiana, inculcada en su infancia, movida por la compasión y la solidaridad. Y pronunció su célebre frase: «Lo conseguiremos». Y, frente a la Hungría de Orban, que cerraba las fronteras, ella las abrió en lo que calificó de «deber nacional». Una vez más, Merkel guio a la UE con determinación.

«Merkel es la que ha hecho a Alemania tan europeísta, más que los franceses. Convenció a los socialdemócratas y a los cristianodemócratas para embarcarse en un proyecto completamente europeísta», sostiene César Alierta. Su talante político, unido a su carácter sincero y pragmático, marcó una forma de hacer política. «Al conocerla en persona, te da la misma impresión que en televisión; alguien nada fuera de lo común, pero que genera confianza y es honesta», afirma Carsten Morsen, expresidente de la Cámara de Comercio alemana.

Una gran aficionada al fútbol

Dos episodios narrados por Rajoy confirman esa percepción de que, con Merkel, lo que ves es lo que hay. Relacionado el primero con el fútbol, pasión que ambos compartían, siendo Merkel del Bayern de Múnich y Rajoy del Real Madrid. «Es una gran aficionada», apunta el expresidente, que rememora una reunión en Roma, en 2012, entre François Hollande, Mario Monti, él mismo y Merkel. «Ella había acudido con pocas ganas y se marchó a Polonia a ver el Alemania-Grecia de la Eurocopa».

El Camino de Santiago.En agosto de 2014, Mariano Rajoy y la canciller alemana recorrieron un tramo de cinco kilómetros del Camino de Santiago. «Creo que le gustó. Es muy andarina», dice el expresidente gallego. |GETTY IMAGES

En esa forma de estar y comportarse, Merkel destacó por su discreción y humildad, sin ser una gran comunicadora. Superó otra de las crisis: la de sus temblores, un problema de salud que mantuvo en la estricta intimidad y del que nadie ha querido hablar. Impuso una línea de respeto desde el principio a su persona y a su familia. Así lo vivió Rajoy cuando, en un viaje de campaña, se topó con ella en el desayuno de un hotel en La Gomera, donde pasaba unos días con su marido en la Semana Santa de 2011. «No nos había avisado de su estancia y estaba discretamente de vacaciones –recuerda Rajoy–. En el comedor, nadie la molestaba o la saludaba. Inspira un enorme respeto. Hace la misma vida que muchísimos alemanes. Tiene esa cualidad de comportarse como una persona cualquiera».

«Ahora la política son tuits y titulares y Merkel es una señora que no miente nunca –agrega Rajoy–. La imagen le importaba poco. Hoy los políticos nos hemos dejado manejar por los publicistas, asesores de imagen… La frivolidad se ha impuesto sobre la seriedad, pero ese marketing al final del día no sirve, y ella es una política seria». «Tiene un estilo distinto –apuntala Zapatero–. Desafía a los líderes del marketing político. Está más preocupada por los contenidos de los acuerdos que por las encuestas o, mucho menos, las redes sociales. Es el contrapunto de lo que hoy es más predominante en política. Y, sin embargo, ha tenido éxito».

Con aciertos y errores, Merkel se ha aplicado en superar las tormentas y los desafíos de la cadena de crisis que atravesó. La del euro, la migratoria, el brexit, la pandemia, Afganistán… Por eso marcará un antes y un después en la UE y también en el orden mundial. ¿Estará su sucesor a la altura, teniendo en cuenta que su popularidad nunca ha bajado del 50 por ciento? «No lo tiene fácil –afirma Alierta–. Espero que a través de Armin Laschet, su candidato, y de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, continúe teniendo influencia».

El partido de Merkel, sin embargo, ha caído en las encuestas. Superado, curiosamente, por el candidato más ‘merkeliano’, el socialdemócrata, Olaf Scholz, vicecanciller y ministro de Finanzas, lo que revela el apego de los alemanes a los modos de su canciller saliente. «El SPD ha acertado con su líder y la CDU, que no tenía fácil sustituir a Merkel, no», explica Rodríguez Zapatero.

¿La echaremos de menos? «La salida de Merkel es una mala noticia para Europa, pero tendrá un buen pasar a la historia», señala Rajoy. Para su predecesor en la Moncloa, sea cual sea el candidato elegido, la herencia y los cimientos que deja son tranquilizadores. «No me inquieta la fórmula de gobierno. La economía va bien y ha conseguido aislar a la extrema derecha, uno de sus grandes logros», sostiene el expresidente.

16 años dirigiendo Europa a golpe de SMS

Angela Merkel llegó a la Cancillería en 2005 con un Siemens S55 plateado en el bolso. No era el modelo más moderno, pero sí fiable, como a ella le gustan las cosas. Con el móvil llegaron los SMS, para mantener una comunicación fluida y rápida, al grano, sin florituras. Como ella misma dijo en una entrevista del año 2007: «Creo que los SMS son una forma de comunicación muy interesante. Te ahorran tiempo, no hacen falta todas esas frases de cortesía, ‘buenos días’, ‘cómo te va’…».

Sus mensajes son cortos y precisos. Escribe rápido. Y le gusta que los demás hagan lo mismo. A Jean-Claude Juncker, anterior presidente de la Comisión Europea, le reprochó alguna vez que tardara en contestar. Al menos a él no le hizo lo que a un eurodiputado de su partido durante una reunión en Bruselas: como llevaba ya bastante rato tecleando su respuesta a un mensaje que le había enviado, Merkel se levantó, se acercó hasta su sitio y le dijo: «Dímelo directamente, anda, que se nos va el tiempo».

Sí, es así de directa. Siempre correcta, pero directa. Tampoco le parece inapropiado estar atenta al móvil durante las reuniones o incluso en conversaciones a dos. Que consulte informes o lea y escriba mensajes no quiere decir que no esté escuchando: otro de los rasgos característicos de Angela Merkel es su capacidad para la multitarea. Y la discreción. Por eso no es raro que le guste recurrir a los SMS para comunicarse con adversarios políticos e interlocutores incluso en medio de intensos debates y negociaciones.

Este uso del teléfono móvil casa muy bien con la imagen de persona fría que la ha acompañado durante años, pero muchos de sus mensajes confirman que no lo es. Las personas que trabajan con la canciller cuentan que a veces dan pie a diálogos breves que reflejan su sentido del humor.

Por otro lado, que tire tanto de SMS no quiere decir que no le guste hablar. Si es más práctico llamar, llama. O si se trata de cuestiones graves o personales que afectan a políticos y colaboradores con los que mantiene un contacto más cercano. Las decisiones importantes tampoco las comunica por SMS.

La estrecha relación de Merkel con el móvil pasó a un primer plano en 2013, cuando se filtró que la NSA –la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos– llevaba años espiando los teléfonos de varios líderes europeos, incluido el de la canciller. Poco después se supo que el pinchado no era el conocido como ‘Merkelphone’, el móvil oficial, sino un segundo aparato propiedad de la CDU, su partido.

La tableta también ha sido otro aliado imprescindible de la canciller, tanto que la obligó a aumentar el tamaño de su bolso. Entró en su vida en 2016 y le abrió la puerta a un nivel nuevo: ahora podía consultar gráficos, informes y estadísticas sobre la marcha, en medio de conferencias de presidentes o ruedas de prensa. Como contó uno de sus ministros a la revista SZ-Magazin, Angela Merkel siempre tiene a mano «sus dos armas: un móvil y una tableta». El modelo que más ha usado ha sido la Samsung Galaxy Tab S2.

Esta omnipresencia del móvil ha dado pie a un buen puñado de situaciones incómodas. Porque, inevitablemente, le ha sonado en los momentos más inoportunos, como este verano durante un encuentro en Moscú con Vladímir Putin: la máscara indescifrable que por lo general es el rostro del presidente ruso dibujó un gesto de fastidio que habría intimidado a cualquiera, pero Angela Merkel sonrió y silenció el móvil tan contenta.

 

 

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