Tiempo de bachaqueros. Una mirada cercana a la miseria humana
Es la nueva y más productiva actividad económica nacida en tiempos de chavismo en decadencia. En otros países que viven o vivieron con el esquema comunista o socialista de base soviética o cubana, es lo normal. Además es mercado negro a secas. Solo que en Venezuela todo termina en corrupción desplegada y en complicidad total. Donde autoridades, policías, militares, malandros, políticos, mafiosos y hasta el comercio formal se dan la mano para delinquir y sacar plata fácil. Es aprovecharse de la situación de pobreza, de escasez, de controles, de mercado miserable, de presiones contra productores, de amenazas contra la industria. Es aprovechar para ganar dinero o sobrevivir, dependiendo de qué lado de la miseria humana usted esté parado.
No es la guerra económica como dice el gobierno en decadencia. No es el sabotaje de la derecha. No es Obama ni el imperio. Es escasez, es falta de suministros, es producto de un gobierno absolutamente irresponsable y mentiroso. Claro que hay tramposos, claro que hay especuladores, claro que hay estafadores. Pero la verdad es otra. Y todo venezolano pensante lo sabe. En dos platos. El comandante difunto destruyó casi todo el aparato productivo de la nación, dinamitó la agricultura y la agroindustria, acabó con la siderúrgica, desmanteló a Pdvsa y se tiró al comercio. Todo aguantó mientras Chávez y el gobierno tuvieron dólares para importar y mantener a la gente comiendo, viajando y sacando plata. Se cayó el precio petrolero y se vino abajo la estafa. Le tocó a Maduro, a dedo limpio, seguir la mentira de la revolución, a punta de cadenas y motores fundidos, a punta de días libres y aumentos devaluados; pero sin plata y sin recursos personales como carisma y labia, para afrontar con éxito tamaño reto. Así que pasó, lo que tenía que pasar. A la calle, como leonas, a buscar la comida. Todo lo demás no importa. La quiebra es general, pero la clave es seguir comiendo. Eso es así desde la prehistoria. Si no comes te mueres.
Es días pasados, en la madrugada del jueves 14 de abril, contratamos a un taxista de confianza para que nos dejara a las 4 de la mañana en las colas, muy largas por cierto, que se forman en la avenida San Martín de Caracas, en pleno Oeste de Caracas, zona popular y tradicional de la capital. La zona: entre el Centro Comercial Los Molinos, esquina de la vieja Lotería de Caracas, hoy sede de dependencias del ministerio de Salud, hasta dos cuadras hacia el oeste. Acera norte. Tres colas diferentes. Un supermercado, un abasto grande y un local de una cadena de farmacias. La vista aprieta y da miedo. Da miedo por lo que pueda venir. Más de 200 personas en cada cola. Ahí se ve de todo. Gente humilde, gente que necesita la comida, gente que hace la cola con sus niños y hasta bebés tirados en las sucias aceras, gente con la ropa vieja y rota. Niños llorando. Personas comiendo arepas frías rellenas de quesos indescriptibles o pedazos de algo que va de carne mechada a carne molida sin mucha diferencia. Todo es un puré frío y sin olor. Personas que comen sentadas en la calle con las manos marrones. Gente pobre, a secas. El propio pueblo pasando las de Caín. Viviendo la cara oscura del socialismo chavista. El socialismo con petróleo barato. El peor de todos.
Pero no todo es así.
En la acera del frente está la crema y nata del comercio ilegal, el resultado del mercado negro, la sofisticación crematística de la unión cívico-militar: los bachaqueros. Son el comercio legal en horas de la madrugada. Protegidos por las policías, asociados a los militares, cómplices de la operación desleal con empleados de supermercados y abastos. Más o menos 40 personas por cada cola forman parte de este grupo que duerme en las cercanías y que es atendido antes de que abran oficialmente las puertas de los locales. Pagan unos 1.000 bolívares a la gente del mercado privado y otros 1.000 a la policía o a la Guardia Nacional, o a ambos. Además, cosa muy rara en este país, hay malandros en la zona que cobran vacuna para dejar que los bachaqueros ejecuten su estafa popular.
En esa pasantía callejera de 2 horas vimos que a eso de las 5 de la mañana llegaban motorizados armados y al comienzo de la cola, más o menos en el puesto 5, le decían a la gente que «de aquí en adelante los siguientes 10 puestos son míos. El que no le guste que hable». Dicho eso, la mano iba a la cintura donde se podía ver la Glock.40 negra, seguramente con muchos tiros de kilometraje. O la camionetota con logo ministerial bajando a seis personas directo a puesto preferencial.
La parte de la cola que conforman pobres, madres, pocos hombres, y niños con la verdadera necesidad de comprar el sustento del día o de dos días, es la más larga; pero la menos atendida. Los bachaqueros formales, los clientes ministeriales, los amigos de policías, los protegidos por los malandros se llevan la mejor parte de lo que se encuentre para ser vendido. También, y eso se explica en una sociedad moderna y de avanzada como la venezolana, existen tipos y tipas que se te acercan en la cola y ofrecen todo lo que quieras cerrando el negocio ahí mismo, pagando en efectivo y con entrega en más o menos una hora en la acera de enfrente. Precios por las nubes. Un delivery malandro, pero efectivo. Mercadeo fino. Directo.
Detalles a tomar en cuenta. Todo es sabido por todo el mundo:
La gente con hambre es la que menos compra. Más de cuatro millones de venezolanos están dedicados al bachaqueo actualmente. Militares y policías son parte del negocio. Malandros a secas controlan parte de la operación. Desde cajeros hasta gerentes están en el negocio. Muchas veces desde que el camión sale de la planta o de la distribuidora, el chofer, también cuadrado en la movida, avisó a sus compañeros de mafia para asegurar su tajada. El bachaqueo incluye productos subsidiados por el gobierno. También atrapa lo poco que pueda importar el gobierno actualmente. Marcar la cola es marcar la propiedad del puesto. Y ese puesto vale plata. Hasta eso se vende. El puesto se vende a otros compañeros de hambre, a malandros desarmados o a bachaqueros. Los malandros armados no compran puesto: lo toman a la fuerza y listo.
Cosas que todo el mundo sabe, incluso el gobierno.
No hay guerra económica. Lo que hay realmente es la pérdida total del concepto de Estado. Aquí lo que hay es un territorio donde habita un montón de gente y vive como puede.
Eso es lo que hay.
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