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Venezuela: El futuro nos alcanzó

Soylent_Green_quad_movie_poster_l“Soylent Green” (en español la llamaron “Cuando el destino nos alcance”), es una película de ciencia ficción filmada en 1973 y protagonizada por Charlton Heston y Edward G. Robinson (fue su última película; falleció antes de su estreno). Es el año 2022, y la tierra está sobrepoblada y contaminada –hay una escena impactante, donde se nos muestra el único árbol que sobrevive del Central Park, en Manhattan-. La alimentación de lo que queda de la raza humana es casi exclusivamente provista por una compañía “Soylent Industries”, que supuestamente convierte el plancton marino en comida. Claro, hasta que nuestros protagonistas descubren que los responsables de la empresa son algo así como precursores de los boliburgueses chavistas, y la materia prima es en realidad…pero no les voy a contar la película, obviamente. El destino alcanzó a la humanidad sin que nadie asumiera sus responsabilidades. La tragedia no pudo ser evitada.

En mi nota anterior hice referencia a una afirmación del economista Orlando Ochoa: “ en Venezuela los tiempos de la política son hoy más lentos que los de la economía”. En esa misma onda, el Fondo Monetario Internacional anuncia vientos socio-económicos huracanados, al predecir que la inflación de este año podría llegar a 700%. La Asamblea Nacional, haciéndose eco de las alertas de todo tipo, nacionales e internacionales, señala que vivimos una crisis humanitaria.

Ese futuro, ominoso y trágico, inevitablemente producido por el chavismo, ya nos llegó a los venezolanos. La situación solo ofrece, en los meses próximos, perspectivas aún peores. ¿El régimen? Negando la realidad, con sus capos mayores turnándose en dar declaraciones desastrosas. Y el futuro no le interesa porque tiene 17 años viviendo un escapismo infantil, anclado en un presente eterno.

Sería un error pensar que la situación es debida a la incapacidad de Maduro y su equipo. Los vientos que produjeron estas tempestades fueron originados por Hugo Chávez, y tienen 17 años preparándose para el proceso de destrucción total.

Ante todo ello, una pregunta que cabe hacerse es ¿Es posible una colaboración gobierno-oposición, una especie de cohabitación, para intentar salvar la situación? Sobre ello tratan las líneas que siguen.

Lo primero: teóricamente es loable y perfectamente deseable que ante una situación como la actual se busquen todos los esfuerzos que puedan ofrecerse. Ello deviene de razones esencialmente éticas. Pero sucede que la crisis sobrevenida después de 17 años, la destrucción de los tejidos institucionales por parte del chavismo, no tiene en su raíz (pero debe formar parte de su solución) un fundamento solamente material, o económico, sino ético. Es la visión ética del chavismo la que sembró las semillas de odio y de división que han destruido al país, no sus decisiones económicas, aunque estas últimas sean las consecuencias aparentemente más visibles. El chavismo ha resultado ser, en su esencia, una construcción política inhumana.

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Una oposición política que se enfrenta a un régimen autoritario, sobre todo cuando ella es mayoría, no está para salvarle la situación a un gobierno que se ha negado a todo tipo de convivencia y que se muestra todavía hoy indiferente ante los padecimientos ciudadanos, incluso ante la muerte derivada de sus errores. Y, como afirma un joven Winston Churchill a Lord Grey en una reciente y muy recomendable miniserie de la BBC sobre los orígenes de la 1ª. Guerra Mundial (“37 days”), “la amabilidad nunca es una estrategia”.

En cambio, sí son profundamente estratégicas –de hecho son dos de las reglas fundamentales de la estrategia en la teoría de juegos- estas consideraciones: 1) “si usted tiene una estrategia dominante, asúmala”. La estrategia dominante de la oposición hoy, derivada del mandato recibido el 6-D, es conquistar el poder ejecutivo, por vía constitucional, lo más pronto posible. 2) “Hay que conocer al rival al que te enfrentas”. Creo que los venezolanos hemos sufrido lo suficiente a estos tiranos como para hacernos ilusiones sobre lo que se puede esperar de ellos. Y ya no es posible –ni ética ni políticamente- hablar de “dos fuerzas iguales”. Mucho menos, poner en la misma balanza moral a los liderazgos tiránicos y a los democráticos.

Nicolás Maduro no posee ni un solo gramo de legitimidad. De hecho, nunca la ha tenido. Por la forma mediante la cual sustituyó al difunto, y la manera como se violó la constitución en esa oportunidad, ya estaba ilegitimado para ejercer la primera magistratura. Además, no es deseable transportar al mundo de la ética los cálculos políticos basados en mayorías y minorías. Ellos son un dato a asumir, y ciertamente determinan en buena medida las decisiones a tomar. Pero afirmar que el chavismo está legitimado “éticamente” (y que Nicolás Maduro es, o ha sido presidente de “todos los venezolanos”) por unos resultados electorales en medio de la grosera manipulación y ventajismo de cada proceso electoral, es inaceptable desde el punto de vista de la ética democrática.

 El chavismo, desde sus primeras y tempranas violaciones a la constitución, se ha convertido progresivamente en un gobierno de hecho, que no de derecho. Y no hay resultados electorales que puedan maquillar ese dato esencial.

En vez de darle una tabla de salvación, hay que continuar la tarea que está realizando la Asamblea Nacional: aprovechar cada ocasión para desmontar la mentira, las múltiples corrupciones, el pozo negro moral que ha constituido el chavismo y su líder máximo, con su orgullosa inhumanidad.

Hoy, insistamos, resulta que la mayoría claramente está del lado opositor. Y ello, a pesar de todas las mencionadas irregularidades cometidas por el poder chavista y sus instituciones, en especial el Consejo Electoral y el Tribunal Supremo, que incluyen la imposibilidad de manifestar su voluntad electoral por parte de miles de compatriotas que han tenido que emigrar. ¿Acaso son ellos menos venezolanos que quienes residimos en el país? Entre las primeras decisiones de un nuevo Consejo Nacional Electoral está la corrección de esta injusticia.

Como ya decíamos, el futuro lleno de desgracias y construido pacientemente por un chavismo enemigo de todo aquel que no se pusiera de rodillas ante sus órdenes ya llegó, y hay que enmendarlo con urgencia. La única posibilidad de encuentro colaborativo entre la oposición y el chavismo se daría solo en un gobierno democrático, con algún sector chavista (por ahora inexistente) que haya entendido y aceptado los inmensos errores cometidos, y esté dispuesto a regenerarse, a asumir conductas de diálogo y respeto por el adversario, vale decir, que sus acciones sean democráticas y pluralistas. Con nuevos nombres (a los protagonistas actuales, su destino está por alcanzarlos), que no sean culpables directos de la masacre de estos 17 años.

Sólo así podrá hablarse de un sincero diálogo democrático, un diálogo que reconstruya con base en valores dignos y centrados en el bien común, y no en antivalores, la unidad nacional. Como destaca Mercedes Pulido en una reciente nota publicada en “Reporte Católico Laico”: ¿Qué habilidades tenemos que generar para impulsar estos valores y estas conductas? Imprescindible será la capacidad de deliberar, de debatir los problemas políticos para examinar, discutir y ampliar la visión de las diferencias. A esto se aúna la capacidad de pensar en el bien común de la nación como un todo mas allá de localismos inmediatos (…). La ciudadanía democrática requerirá capacidad de autocrítica y pensamiento crítico que razone con la autoridad y construya opciones alternativas. Solo se podrá hablar de diálogo si aprendemos a deliberar, a aceptar diferencias, a sustituir la visión de enemigo a ser derrotado por sujetos que tienen razones sobre lo que piensan y que pueden ser compartidos algunos pensamientos con los otros. El conocimiento no es garantía de buena conducta, pero la ignorancia es garantía virtual de lo contrario. La inteligencia no es garantía de integridad, pero ésta sin juicio crítico es garantía de sumisión. La apertura de la información y la exposición a los debates hace evidente el impulso al cultivo de la imaginación. La innovación que exigen las crisis requiere imaginaciones capacitadas, que enfrenten estigmas y privilegios… Es la ciudadanía democrática la que vencerá resistencias…”

Frente a las infinitas carencias éticas y políticas del liderazgo chavista, la oposición democrática, trabajando en conjunto con las mayorías ciudadanas, ofrece renovadas potencias creadoras para convertir, a pesar de la dificultad de la tarea, la miseria en prosperidad. El país espera, impacientemente, la llegada definitiva de los demócratas, constructores de un nuevo y mejor futuro.

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