Benito Arruñada: Los dos caminos de la socialdemocracia
«Mientras el PSOE abandona a los trabajadores más humildes, el socialismo danés se reinventa para seguir defendiéndolos»

Imagen generada por IA. | Benito Arruñada
En un barrio de las afueras de Copenhague, un inmigrante sirio que lleva años trabajando allí como repartidor recibe una carta del Gobierno: su permiso de residencia ha sido revocado porque las autoridades consideran que su país de origen es ahora seguro. En un barrio cercano, varias familias de origen somalí se enfrentan a la decisión municipal de demoler su edificio, que ha sido incluido en un programa que busca desmantelar los «guetos» y dispersar a sus habitantes. Desde 2018, si un barrio con minoría de occidentales muestra malos resultados en dos de cuatro criterios asociados al empleo, la criminalidad, la educación y la dependencia, el gobierno danés intentará atraer a nuevos vecinos; pero, si no lo consigue, comenzará a demoler viviendas con el fin de «esponjar» la zona y renovar su hábitat y demografía.
Este tipo de políticas, impensables en España, son centrales para el ejecutivo presidido por Mette Frederiksen. Desde junio de 2015, cuando tomó las riendas del Partido Socialdemócrata, el partido adoptó la firmeza migratoria como eje de su programa. Bajo su mandato, Dinamarca ha endurecido el acceso a la nacionalidad, restringido las ayudas sociales a los inmigrantes y enviado a los solicitantes de asilo a centros ubicados en terceros países mientras se resuelve su petición. Este tipo de medidas, que priorizan la inserción laboral de los inmigrantes y promueven el retorno de aquellos que no se adaptan, cuentan con el apoyo mayoritario del electorado danés y están siendo imitadas en los países vecinos, aunque indignan a muchos progresistas europeos. Además, el uso del criterio «occidental» ha sido considerado discriminatorio por el Abogado General y se está a la espera de una sentencia al respecto por parte del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE).
La socialdemocracia danesa considera que la inmigración masiva daña la igualdad y compromete su generoso estado de bienestar. Si los votantes creen que la llegada de inmigrantes dificulta el acceso de los trabajadores menos cualificados a empleos, viviendas y servicios públicos, esa creencia erosiona el respaldo popular al pago de impuestos, lo que condena a la izquierda tradicional a la insignificancia y favorece el auge de la extrema derecha. Son conscientes de que nuestras sociedades necesitan trabajadores inmigrantes, pero buscan gestionar el proceso, minimizando los costes y protegiendo la cohesión social.
Esa nueva política migratoria fue clave para que el Partido Socialdemócrata danés volviera al poder en junio de 2019, tras recuperar apoyo electoral en los distritos más humildes. Desde entonces, ha expandido algo el modelo de bienestar escandinavo, pero con reformas estructurales que intentan hacerlo sostenible. Por un lado, ha introducido la jubilación anticipada de los trabajadores manuales, ha regulado la especulación inmobiliaria y ha gravado las emisiones de metano en la agricultura. Pero, por otro lado, ha garantizado la viabilidad de las pensiones al vincular la edad de jubilación a la esperanza de vida e incentivar que se prolongue la vida laboral.
El contraste con el socialismo español no podría ser mayor. En esos mismos años, el Gobierno del PSOE ha tolerado, por un lado, una inmigración masiva y descontrolada que parece desbordar los servicios sociales, fomentar el oportunismo y exacerbar la escasez de vivienda. Para los socialistas daneses, este descontrol y el hecho de que la mayor parte de la inmigración sea poco cualificada solo beneficia a las clases y edades acomodadas. Estas son las que emplean a la mayoría de esos inmigrantes y, además, no compiten con ellos por empleos, servicios sociales ni educación. En gran medida, se limitan a consumir los servicios personales que aquellos producen, lo que en España facilitamos con un régimen laboral muy laxo en el servicio doméstico, una diferencia con el régimen general que también parece coherente con el extraordinario poder político de pensionistas y funcionarios.
«Mientras el PSOE pone en riesgo el futuro del estado de bienestar que presume de haber creado, sus homólogos daneses ofrecen un contrapunto que no solo les ha resultado más eficaz electoralmente, sino que es mucho más sólido y sostenible»
Por otro lado, en estos mismos años, el socialismo español ha utilizado el estado de bienestar como una herramienta electoralista a corto plazo, favoreciendo el consumo inmediato de esas mismas clases y edades acomodadas, incluso a costa de sacrificar el futuro. Sus políticas, que apenas le han permitido aferrarse al poder, entrañan notables peligros a largo plazo. Primero, al aumentar el empleo y los salarios públicos en una Administración que destaca en los rankings internacionales por su ineficiencia. También, al cargar la prestación de servicios públicos sobre las espaldas de los agentes privados, de modo que estos reducen su oferta, como ha sucedido ya con el alquiler de viviendas y lleva camino de suceder con el empleo menos cualificado. Por último, al debilitar el sistema de pensiones, tras revertir una reforma previamente consensuada y revalorizarlas por encima de la inflación, financiándolas con más impuestos y endeudamiento. Además, la baja cualificación de muchos inmigrantes compromete aún más la sostenibilidad de las pensiones a largo plazo.
Aunque adaptar soluciones institucionales entre países tan distintos es muy difícil, el modelo danés indica que la izquierda puede ser competitiva sin recurrir al populismo electoral. Mientras el PSOE pone en riesgo el futuro del estado de bienestar que presume de haber creado, sus homólogos daneses ofrecen un contrapunto que no solo les ha resultado más eficaz electoralmente, sino que es mucho más sólido y sostenible.
Los socialdemócratas de todos los partidos harían bien en tomar nota, incluidos los del Partido Popular, que desde el pasado otoño han propuesto medidas muy poco «danesas». Deberían también tomar nota, sobre todo, en el SPD alemán mientras negocian el futuro gobierno de coalición con el centro derecha de la CDU-CSU.
En general, la viabilidad de la «economía social de mercado» a la europea depende de si esa socialdemocracia, aún dominante en lo ideológico, es capaz de purgar sus vestigios populistas para conjugar la justicia social con el control migratorio y el realismo económico. El estado de bienestar solo se sostiene con un contrato social que establezca reglas claras sobre quién puede beneficiarse de él y que evite que sus beneficios se concentren en pensionistas y funcionarios. Sus políticas redistributivas tampoco pueden desentenderse de su impacto económico a largo plazo.