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Héctor Quintero Montiel: ¿La comunidad internacional se aggiornará?

 

 

 

Ante el torbellino de conflictos y crisis que atravesamos en este  mundo fragmentado en que vivimos, los líderes que asisten a la 79 Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas se enfrentan a un reto: trabajar juntos, no sólo en las disputas candentes, irresueltas, postergadas por la burocracia de los organismos multilaterales y la lasitud de nuestros políticos, sino también en la modernización de las instituciones internacionales nacidas tras la culminación de la Segunda Guerra Mundial para que puedan hacer frente a las amenazas, los problemas actuales y los del futuro.

Hace un año, el secretario general de las Naciones Unidas, ONU, el portugués Antonio Guterres, planteó el reto, tras lanzar una alarma mundial sobre la supervivencia de la humanidad y del planeta, invitando a acudir a una “Cumbre del Futuro”, asumir un nuevo compromiso con el multilateralismo –fundamento de las Naciones Unidas y de muchos otros organismos mundiales– y empezar a arreglar la vetusta arquitectura mundial para hacer frente a un mundo en rápida transformación.

Según Guterres, la cumbre “nació de un hecho frío y duro: los desafíos internacionales avanzan más rápido que nuestra capacidad para resolverlos”. Señaló las “divisiones geopolíticas fuera de control” y los conflictos “galopantes”, el cambio climático, las desigualdades, la deuda y las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, que no tienen sistemas de vigilancia.

La Asamblea General aprobó el principal documento final de la cumbre –el “Pacto de Futuro” de 42 páginas– el domingo por la mañana con un golpe de martillo del presidente de la Asamblea, Philémon Yang, en señal de consenso, después de que el organismo votara 143-7 con 15 abstenciones en contra de considerar las enmiendas propuestas por Rusia para descafeinarlo significativamente. 

El pacto es un plan para abordar los retos mundiales, desde los conflictos y el cambio climático hasta la inteligencia artificial y la reforma de la ONU y las instituciones mundiales. Su impacto dependerá de su aplicación por parte de los 193 países miembros de la Asamblea.

Esperemos que estas ideas asumidas por la Asamblea General no duerman  el sueño de la desidia y la indiferencia en las gavetas de los escritorios de los miembros de las distintas cancillerías de la comunidad internacional, ojalá no se repita, cambiando una que otra palabra, pero dándole un número consecutivo como las resoluciones sobre las Malvinas, Cuba o el desarrollo del continente africano. 

Esperamos que los países que no respetan los derechos humanos no vuelvan a formar parte del Consejo de los Derechos Humanos, que los vetos de los miembros del Consejo de Seguridad desaparezcan para que la Asamblea emita su opinión mayoritaria. Que los conflictos bélicos desaparezcan y nos dediquemos a alcanzar el desarrollo en paz y hermandad.

La aprobación del Pacto para el Futuro marca un hito desacostumbrado en la historia de la humanidad y las empresas. Se trata de un acuerdo global que representa un compromiso histórico para dar respuesta a los desafíos más urgentes actuales. Con un enfoque en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, este pacto es una hoja de ruta ambiciosa y detallada para mejorar el mundo y la humanidad en los próximos años. “Las decisiones que tomemos o dejemos de tomar hoy pueden hacer que retrocedamos aún más o que avancemos a un futuro más verde, mejor y más seguro. Es nuestra decisión”. António Guterres, secretario general de la ONU.

Este es un acuerdo en que el sector privado tiene un papel preponderante, clave. Grandes y pequeñas empresas están llamadas a abordar estos desafíos que van desde el cambio climático hasta las brechas digitales, la inteligencia artificial, reducir la pobreza, extinguir los conflictos bélicos que azotan al mundo y que nos permitan vivir en paz, democracia, libertad y desarrollo.

El Pacto para el Futuro es un acuerdo multilateral que da una respuesta integral a los desafíos actuales. En esa línea propone 51 “acciones” repartidas en 5 grandes ejes que puedan hacer frente a los conflictos y “mantener” la paz, así como medidas vinculadas a la crisis climática, los derechos humanos y las potenciales amenazas de la inteligencia artificial.

El recién aprobado pacto para el futuro a través de sus cinco objetivos claves: desarrollo sostenible, financiación del desarrollo, paz y seguridad internacional, ciencia, tecnología, innovación y cooperación digital, juventud y generaciones futuras, transformación de la gobernanza mundial poniendo el foco en el papel clave de las empresas como agentes de transformación social.

Alcanzar estos objetivos requerirá una colaboración estrecha entre gobiernos y empresas para crear marcos éticos y de gobernanza. En especial, las empresas tecnológicas tendrán una gran responsabilidad. Su inversión en innovación —como la inteligencia artificial, el big data y el internet de las cosas— puede acelerar el cumplimiento de los ODS. 

Pero, además, deberán garantizar que esta tecnología sea accesible para las comunidades más vulnerables, promover una gobernanza digital responsable, crear productos que respeten los derechos humanos y proteger la privacidad de los usuarios mediante un uso ético de los datos. 

“No podemos construir un futuro para nuestros nietos con un sistema construido para nuestros abuelos y abuelas”. António Gutèrres, secretario general de la ONU. En este sentido, es vital que las generaciones futuras hereden un mundo en paz, sostenible y próspero. Con este objetivo, se ha aprobado la Declaración sobre las Generaciones Futuras que establece 13 compromisos que integren los intereses de estas generaciones en las políticas actuales. Sus compromisos incluyen: mejorar el acceso a la educación, crear empleo digno, incrementar su participación en las decisiones políticas y sociales y abordar la crisis climática desde una perspectiva intergeneracional. En resumen, esta declaración asegura que las decisiones de hoy no solo beneficien a las generaciones actuales, sino también a las futuras.

Por último, uno de los ejes más ambiciosos de este Pacto es la transformación de la gobernanza mundial. La globalización nos muestra que los gobiernos nacionales son insuficientes para los desafíos transnacionales. Por eso, este eje busca una reforma integral de las instituciones globales, haciéndolas más inclusivas, transparentes y eficaces.

En este aspecto, democratizar los organismos internacionales, liderados por las Naciones Unidas, significa incluir a otros actores, como las organizaciones no gubernamentales y las empresas. Esto permitirá una gestión más justa, eficiente e inclusiva. La cooperación internacional basada en la solidaridad y el respeto al derecho internacional será esencial para abordar problemas globales como el cambio climático, los conflictos armados y las crisis económicas.

En conclusión, el Pacto para el Futuro ubica al mundo en la posición de salida hacia una meta más inclusiva y sostenible. Un pacto que dependerá del sector privado para dar respuesta a los desafíos globales y que las decisiones que tomemos hoy determinen el buen destino del mañana. El secretario general, Antonio Guterres, lo describió como «un paso hacia un multilateralismo más eficaz, inclusivo e interconectado». Esperemos que comencemos a transitar esa senda a la brevedad posible, antes que las divergencias, desacuerdos y diferencias de nuevo nos conduzcan a una nueva conflagración mundial.

 

 

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