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Las tristes lecciones de Nayib Bukele

«Bukele ha demostrado que, si se solucionan problemas enquistados durante décadas, los votantes suelen perdonar los desmanes cometidos por el camino»

Las tristes lecciones de Nayib Bukele

   Nayib Bukele. | Europa Press

 

 

Comenzábamos el año advirtiendo del frenesí electoral que íbamos a vivir a lo largo de estos doce meses. Nunca se habían organizado tantas convocatorias a las urnas en sistemas tan variados, aunque no exista correlación directa entre este avance numérico y la mejora de la calidad democrática. Semana tras semana lo estamos soportando en nuestra opinión publicada. No hay descanso y, en ocasiones, nos enfrascamos en debates sobre elecciones que transcurren a miles de kilómetros de casa como respuesta de este extraño signo de los tiempos que nos revela que nada de lo que sucede en el mundo es ajeno a mis intereses locales. Uno de los primeros episodios de esta contienda sin fin fue El Salvador. Durante la primera semana de febrero, Nayib Bukele fue reelegido como presidente de la república salvadoreña con el desmedido 84,65%. No hay un político en el planeta con esos niveles de aceptación popular. Tanto es así que puede autodenominarse como «el dictador más cool del mundo mundial» sin perder simpatía entre los suyos. En su estado de X-Twitter, por cierto, se lee ahora que es un Philosopher King.

Puedo confesar que Bukele nunca me ha llamado demasiado la atención. Quizá porque hemos visto en él a un político populista que no ha escondido sus cartas. Se le ha visto venir de frente desde que hizo su primera aparición en la política nacional. Sin embargo, poco a poco, el presidente salvadoreño ha ido entrando en la conversación pública española – más y antes que en la publicada. Ha sido habitual que, por diversas vías, se hayan compartido extractos de sus discursos y entrevistas entre jóvenes, y no tan jóvenes. Muchas de las noticias sobre El Salvador en la actualidad tienen una ristra de comentarios que siempre mantienen la misma idea, expresada con distintos acentos: ojalá tener a un Bukele nacional. Muchas de estas personas han terminado votando a Alvise Pérez y su Se Acabó La Fiesta. Algunos de los seguidores entrevistados después de las elecciones lo subrayaban: veían en Alvise al necesario Bukele español. Él mismo ha reconocido su cercanía a los postulados del salvadoreño. Lo que sucede es que el contexto importa mucho y las palabras, a pesar de los chamanes de la mercadotecnia electoral, no son mágicas ni crean realidad. Si uno quiere imitar los dejes bukelistas aquí, el resultado está más cerca de la parodia que de otra cosa.

«Bukele es un buen maestro para todos los gobernantes con su política mediática. No ha necesitado a los medios, porque ha apostado por una comunicación más directa con el pueblo»

En cualquier caso, desde hace un tiempo vengo siguiendo a Nayib Bukele con más interés. He llegado a la convicción de que el presidente salvadoreño nos puede desvelar algunas de las principales claves de la política de hoy y, por extensión, del mañana. La primera lección es que durante años los populistas han tratado de romper con la política tradicional, pero la necesitaban e intentaban imitarla para ser reconocidos. Ahora parece que son los políticos del sistema – llamémosles así- los que pretenden imitar a los populistas. Sí, es una lección triste. A izquierda y a derecha, deben ser miles los asesores de comunicación que están tomando apuntes del fondo y de las formas bukelistas y su partido Nuevas Ideas. Realmente han roto la baraja. Solamente hace falta observar cómo muchos gobiernos de Hispanoamérica están pensando en implementar lo que ya se conoce como la «vía Bukele» contra la violencia.

Bukele también es un buen maestro para todos los gobernantes con su política mediática. No ha necesitado a los medios, porque ha apostado por una comunicación más directa con el pueblo. A veces se ha dejado caer por los medios tradicionales que le apoyan, pero ha manejado todas las posibilidades que le ofrecen las redes sociales. De hecho, ha llegado a pedir destituciones y cambios a sus ministros a través de su cuenta personal. Los ministros respondían prestos al llamamiento del líder… desde esa red social. El presidente salvadoreño no ha sido de cartas, pero se ha desnudado en vídeos donde ha hablado directamente – de tú a tú- a los salvadoreños. Quizá sea la segunda triste lección.

Y como no hay dos sin tres, Nayib Bukele está enseñando al mundo que se puede jugar con las reglas constitucionales, con el control directo sobre los tres poderes – perdón, atendiendo a Bukele deberíamos decir que es el pueblo salvadoreño quien los controla-, para vaciar de contenido las reglas de convivencia institucional, haciendo y deshaciendo al gusto del líder. En el fondo, El Salvador no está tan lejos del viejo continente. La tentación está en muchos políticos que han aprendido que hay otras vías para conseguir lo buscado sin dar golpes de estado o instaurar sistemas autoritarios. Bukele también ha demostrado que, si se solucionan problemas enquistados durante décadas, los votantes suelen perdonar los desmanes cometidos por el camino. La vía Bukele contra la violencia ha dejado mucho dolor e injusticia por el camino sin que afecte a sus resultados electorales. Otra triste lección, y no es la menos importante. En definitiva, Bukele es la tentación hiper-vitaminada de muchos de los vicios de la política de toda la vida. No estamos, por desgracia, tan alejados de este populismo de acento salvadoreño. Por eso es tan atractivo para votantes de medio mundo.

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