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Susan Neiman: «Que te inviten a un acto por ser mujer es ofensivo»

En 'Izquierda no es woke', la filósofa judía, discípula de John Rawls y Stanley Cavell, critica el tribalismo en el que ha caído el progresismo

La filósofa Susan Neiman JAMES STARTT

 

Hay un género ensayístico que consiste en redefinir la izquierda, o mejor aún, en señalar cuál es la verdadera y cuál la falsaSusan Neiman (Atlanta, 1955), una filósofa formada en Harvard bajo el magisterio de John Rawls y Stanley Cavell, se ha sumado a esa corriente con su nuevo libro, ‘Izquierda no es woke’ (Debate), un texto que su editor francés no ha querido publicar porque «puede dar alas a la ultraderecha».

«Al menos he conseguido ya un nuevo editor», cuenta ella al otro lado de la pantalla, mientras se lamenta por la renuncia de un cierto progresismo a hablar en términos universales, a defender sus principios sin importar la raza, el sexo o la nacionalidad del sujeto político. Neiman no piensa desde la derrota sino desde la lucha, por eso propone la recuperación de aquellas nociones perdidas (la justicia, los derechos humanos, el mérito, etcétera) y hace un llamamiento para formar un gran frente popular que consiga frenar el «auge del protofascismo en todo el mundo». Es, según ella, el gran problema al que nos enfrentamos.

—¿Cómo nace este libro?

—Era finales de 2021 y la gente no paraba de decir: parece que ya no soy de izquierdas. Y yo respondía: no, no, te equivocas, tú siempre has sido de izquierdas, son ellos los no son de izquierdas. Así que intenté descubrir qué pasaba con este concepto de lo ‘woke’, por qué era tan confuso. Es algo que nació con unas nociones muy de izquierdas que todos compartimos, como estar del lado de la gente oprimida, luchar por la gente marginada, corregir o señalar los crímenes de la historia. Pero lo que no funciona con lo ‘woke’ es que muchas ideas filosóficas que lo sostienen son bastante reaccionarias.

—Dice en el prólogo que las reacciones ‘woke’ a la masacre de Hamás del 7 de octubre muestran cómo ciertos postulados teóricos son peligrosos.

—Me quedé absolutamente impactada, aunque no sorprendida, cuando mucha gente que se consideraba ‘woke’ o progresista de izquierda empezaron a hablar de la masacre del 7 de octubre como un acto de liberación. Esto es un error garrafal, y viene de esta idea de ver el conflicto como un partido de fútbol: o eres pro-Palestina o eres pro-Israel. Y no se admiten cuestiones históricas ni matices. Yo estoy a favor de los derechos humanos, y los derechos humanos se han violado en ambos lados. No se puede sostener, como se ha sostenido, que puede haber diferentes crímenes de guerra. Evidentemente, el ataque de Hamás fue un crimen de guerra. Y la abolición de Gaza también es un crimen de guerra. Y se puede condenar a ambos perfectamente.

—Hace poco tuvo que dimitir la rectora de Harvard porque, entre otras cosas, dijo que el llamamiento al genocidio de los judíos estaba mal dependiendo del contexto.

—Su respuesta, como la de los otros rectores, fue terrible. Decir que lo de llamarlo genocidio es una cuestión de contexto, francamente, es producto de los abogados que estaban asesorando a los rectores antes de la charla. Les dijeron: «No digáis nada, no abráis la boca». Y eso muestra, sin duda, una falta de liderazgo o de pensamiento independiente. La manera misma en la que se planteó la pregunta fue una trampa, porque nadie ha hecho un llamamiento al genocidio de judíos en un campus. Por otro lado, las personas que la perseguían para destruirla eran seguidores de Trump a los que les importaba un comino el antisemitismo. Pero…

—La rectora [Claudine Gay] había hecho muy poca publicación, solo once artículos, lo cual no es una cifra muy significativa ni siquiera para tener una titularidad en la Universidad. El hecho de ser una mujer negra pesó mucho a la hora de nombrarla como rectora, de eso no hay ninguna duda. Hemos llegado a un punto en el que tenemos que restablecer el principio de que los nombramientos académicos deberían ajustarse a un alto nivel intelectual. Y no deberían entrar aquí temas de género. A mí me han invitado a actos «porque necesitamos una mujer». Y tú sabes cuándo se te invita por ser mujer. Y es ofensivo. Porque no les importa los méritos que hayas hecho, sino simplemente que nacieras así. El problema con todo esto es que socava los logros de las mujeres o de la gente de color.

—Afirma que lo ‘woke’ se ha convertido en una especie de negocio para las universidades y las empresas. En una suerte de ‘greenwashing’ moral para sacar más beneficios.

—Esto lo hemos visto con el Black Lives Matter. Hubo empresas como Amazon que de una manera obscena decían: nosotros estamos con los negros. Y ponían un cuadradito negro en su web. Porque es siempre es más fácil contratar a unas cuantas personas de color y ponerlas en unos puestos determinados que propiciar un cambio real en la cultura corporativa de la explotación. Y por eso la ideología ‘woke’ es muy compatible con el neoliberalismo. Las empresas están muy contentas de tener diversidad en sus consejos de administración sin cambiar en nada sus políticas. Ryan Long, un cómico canadiense, ha hecho un vídeo en el que él camina por la calle y va parando a la gente para preguntarle si los interrogadores extraterritoriales, que es como en la CIA llaman a los torturadores, deberían ser más diversos. ¡Y se toman la pregunta en serio! No hay que hacerlos más diversos, hay que extinguirlos.

—Le cito: «Si a otros grupos se les permite luchar por sus derechos, ¿por qué los europeos blancos no pueden defender los suyos?». ¿Hasta qué punto cree que el ascenso de la ultraderecha se explica como reacción a lo ‘woke’?

—Hay una relación muy estrecha, por eso he escrito este libro. La derecha ha utilizado lo ‘woke’ como si fuera un ‘punching ball’. Dicen: mira, esto es lo que está haciendo la izquierda, aunque en realidad no tienen ni idea… Es algo que ocurre mucho con el lenguaje inclusivo: se acusa de sexismo a quien no lo utiliza. Es un error. La gente se obsesiona mucho con este tema, y este tipo de acciones simbólicas acaban de dos formas: o bien lanza a la gente en brazos de la derecha, y esto ocurre mucho; o bien la gente se siente fuera de la política porque no encaja en ningún lugar. Otro error que nos lleva a lo mismo es negar el progreso. No puede ser que haya gente que diga que no ha habido ningún progreso contra el racismo o el sexismo, que seguimos viviendo en un mundo puramente patriarcal. No estoy diciendo que no necesitemos más progreso, pero deberíamos reconocer las mejoras respecto al pasado.

—¿Crees que es posible recuperar los valores universales para la izquierda?

—No habría escrito este libro si no pensara que es posible. Otra cosa es si va a suceder o no. Es algo que me preocupa mucho. Creo que nos enfrentamos a dos peligros, y cuando digo nos enfrentamos me refiero a todos nosotros en el planeta. Hay un auge de algo que no es la derecha ni el populismo, sino el protofascismo. Estamos viendo un auge del protofascismo en todo el mundo. Si la gente se despierta y se da cuenta de que esto no es un problema local, sino internacional, y que hay que luchar internacionalmente, quizás podamos frenarlo. Estamos en una situación muy peligrosa. El sesenta por ciento de la población mundial va a votar este año… La otra cosa que hay que tratar de forma universal es la crisis climática. Yo tengo esperanzas, pero no predicciones.

—Le reboto una pregunta de su ensayo: «¿Qué nos parece más esencial, las características accidentales con las que nacemos o los principios que abrazamos y defendemos?».

—Es un gran error reducirnos solo a las circunstancias que no hemos elegido, ya sea nuestra raza o nuestro género. Evidentemente esto tiene un impacto en nuestras vidas y en nuestras posibilidades, pero yo creo que la identidad son las cosas que hacemos, las cosas que decidimos, el punto de vista que tomamos. Por ejemplo: yo soy judía, esto forma parte de mi identidad, pero lo que es más importante para mí es que formo parte de una tradición universalista dentro del pensamiento judío. Eso es más importante que tener genes compartidos con Netanyahu. Lo importante no es de dónde vienes ni tu etnia, sino qué haces con todo eso.

 

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