Últimos fuegos que tensan la campaña
El kirchnerismo ha sembrado dudas sobre la transparencia del escrutinio en las PASO.
Cuando aumenta el riesgo electoral, muchas veces los políticos dejan traslucirlo. Sería un denominador común factible de ser descubierto en el tramo final de la campaña del Gobierno y de la oposición principal, el kirchnerismo. Los bandos trasuntan las incertidumbres propias de una votación que asoma abierta. No se juega ninguna de las candidaturas a presidente. Pero se conocerá el mapa del humor colectivo que, en alguna medida, podría ser proyectado hacia una definición en octubre.
En las últimas horas dos cosas llamaron la atención. El estilo de la campaña de Mauricio Macri. Además, la denuncia de los apoderados del Frente de Todos que presentaron un recurso para que la Justicia excluya del escrutinio provisorio a la empresa Smartmatic, agencia venezolana con sede en Londres. Reemplaza a la española INDRA que, con eficiencia intermitente, se vino ocupando de dicha tarea desde 1997. Alberto Fernández puso en duda la transparencia del recuento de votos del domingo.
La sospecha que siembra el kirchnerismo despunta mucho más seria que las formas llamativamente desaforadas que el Presidente exhibió en los cierres de campaña de Rosario y la Ciudad. En un caso, implorando a los gritos por el voto. En el otro, resaltando el valor de la obra pública que ha modificado el paisaje porteño. No se privó de señalar como hito su propia gestión de alcalde.
Ambos asuntos, al margen del griterío, tendrían explicación. El comando de campaña oficial, a cargo de Marcos Peña, el jefe de Gabinete, sostiene que a cinco días de las PASO existe todavía un voto indefinido que rondaría el 15%. La intención sería asegurar su asistencia y, por lógica, capturar algo de esa porción. En el oficialismo conjeturan que el voto kirchnerista estaría en su techo. La posible abstención de aquellos ciudadanos en nada ayudaría al Gobierno.
La euforia demostrada por Macri en la Ciudad perseguiría la misma meta. Es uno de los dos distritos donde Juntos por el Cambio podría arrancar la mayor ventaja al kirchnerismo. Tal vez, por encima de los 20 o 25 puntos. La otra provincia es Córdoba. Allí la imagen del Presidente muestra un fuerte repunte en las últimas semanas que lo ubican rebasando el 50% de valoración.
Entre aquel 15% de indecisos que registran las laboratorios oficiales están, con certeza, los desencantados. Aquellos que apostaron por el Gobierno en el 2015 y 2017. La crisis que arrancó en mayo del 2018 los alejó. Macri habló de convencerlos. En un gesto que denotaría necesidad y una pizca de desesperación.
La idea de Macri sería convertir a la Ciudad en el centro de gravedad de la votación del domingo. Esa geografía irradia hacia el Conurbano. Incluso, hacia el interior distante. Nadie deja de recordar algunas valoraciones rescatadas bastante después de la victoria del 2015. Por ejemplo: muchos habitantes de Santiago del Estero (???) señalaron la irrupción del Metrobus como uno de los motivos que los había inducido a elegir a Macri.
El Presidente pretende sacar rédito de otra realidad. Por primera vez la votación en la Ciudad va unida a la nacional. Formó parte de la estrategia que se urdió cuando el macrismo no había aún sorteado la tormenta financiera. Se conjeturaba, entonces, con el desdoblamiento. Pero el apartamiento de Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal hubieran debilitado la posición del ingeniero.
Por esa razón, en el cierre se los observa a los tres juntos. El jefe porteño realizó la articulación político-electoral más elaborada de este tiempo. Hasta colocó a Martín Lousteau, el hombre que pudo haberlo doblegado en el balotaje del 2015, como primer candidato a senador. Los números preliminares indican que podría triunfar en primera vuelta. La situación es infinitamente más compleja para Vidal. La maquinaria en Buenos Aires pertenece al peronismo opositor en el Conurbano. Pero la mandataria es la dirigente con mejor ponderación nacional.
La idea de juntar a Macri con Larreta y Vidal apunta, por otro lado, a exhibir una imagen de unidad que al kirchnerismo le cuesta bastante más. Recién el sábado, luego de tres reuniones secretas, Cristina Fernández se retrató con Sergio Massa. Primer candidato a diputado por Buenos Aires. No fue sencillo para el ex intendente de Tigre desandar las fogosas promesas que había hecho en la campaña presidencial del 2015. Poner presos a los ñoquis de La Cámpora y destapar la corrupción kirchnerista de la época. Ahora está en una senda bien diferente.
El kirchnerismo decidió subir su apuesta. Las dudas que echó con su denuncia sobre la transparencia del comicio detonó tensiones y un enrarecimiento del clima. Más allá de los fundamentos, habría una interpelación de sentido común: ¿Por qué realizó la denuncia ante la jueza electoral María Servini de Cubría a cinco días de la votación? ¿Por qué, si la contratación por concurso de la empresa Smartmatic sucedió en abril? ¿Recién ahora advirtió el supuesto peligro que encerraría la transmisión electrónica de los telegramas para el recuento provisorio en las PASO?
La denuncia kirchnerista estuvo precedida de una exhortación que formuló la Cámara Nacional Electoral. Los jueces Santiago Corcuera y Alberto Dalla Vía reclamaron al Gobierno hace cinco días que implemente las medidas demandadas por el Frente de Todos. La oposición pidió la separación de Smartmatic. Que se deje sin efecto la digitalización de los telegramas del escrutinio de cada mesa.
Al margen que los ensayos previos de la empresa venezolana no resultaron satisfactorios, parecieran débiles algunos fundamentos políticos del kirchnerismo. Aduce que el Gobierno podría instalar un resultado provisorio diferente al escrutinio final. Si así ocurriera, el mayor perjudicado sería el propio oficialismo. Quedaría al desnudo una maniobra de manipulación. Ante la opinión pública. Un pésimo antecedente político para transitar el sendero hasta octubre.
El kirchnerismo plantó, además, esa sospecha como si no hubiese una historia. En 2015, con la empresa INDRA a cargo, la demora en el escrutinio resultó escandalosa. A punto tal que la jornada electoral cerró de una manera y amaneció de otra. Con cuatro puntos a favor de Daniel Scioli sobre Macri. Que se convirtieron en ocho mientras se hacía la luz. En 2017, aunque en menor escala, se repitieron anomalías. Con una carga despareja de datos. Y un resultado final que solo ajustó el escrutinio definitivo.
Rogelio Frigerio, el ministro del Interior, acusó al kirchnerismo de pretender “generar incertidumbre sobre la transparencia del comicio”. La senadora del kirchnerismo bonaerense, María Teresa García, afirmó que al Gobierno sólo le quedaría la opción del fraude. Una chispa parece irresponsablemente encendida.