Democracia y Política

Por qué se desplomó la popularidad de Bachelet en Chile

michelle_bachelet_chile_triste_624x351_afpEn marzo recién pasado Michelle Bachelet anotó el peor resultado que haya conseguido como presidenta de Chile: nada más un 31% de aprobación, lejos del apoyo que la convirtió en la figura más conocida y mejor evaluada de la política chilena.

En contraste, cuando cerró su primer gobierno, en marzo del 2010, Bachelet contaba con la aprobación del 84% de la población chilena, siempre según las mediciones mensuales de la consultora Adimark.
Y aunque luego partió a Nueva York a dirigir ONU Mujer por dos años, sus principales atributos –confianza y cercanía– se mantuvieron hasta el punto que se hablaba de Bachelet como «marca país».
Mientras que de vuelta en Santiago para la elección presidencial 2014, la ex mandataria obtuvo una mayoría histórica del 62% de los votos: 10 puntos más que sus antecesores.

Su liderazgo permitió además revivir, bajo un nuevo nombre, a la antigua coalición política de centro izquierda que gobierna Chile casi sin interrupción desde la salida de Pinochet, además de incorporar a su gobierno hasta a los líderes de las intensas protestas estudiantiles chilenas del 2011.

Pero recién cumplido un año de su segundo gobierno, sin embargo, la popularidad de la Presidenta chilena se ha desplomado. ¿Por qué?

Récord negativo

La caída, aunque drástica, sólo cubre un mes: marzo, que en Chile ha estado marcado por un nuevo incendio en Valparaíso y el aumento en la actividad del volcán Villarrica. También hubo severas inundaciones en el norte del país aunque no alcanzaron a ser consideradas en el sondeo.

La cifra, sin embargo, es récord para Bachelet, quien en el peor momento de su primer gobierno llegó a marcar un mínimo de 35% de aprobación.

El rechazo a su figura alcanza además un 61%, con humoristas en televisión y gente en redes sociales cebándose con la caída de una presidenta que hace sólo algunos meses se consideraba políticamente «incombustible».

Y la aprobación de Bachelet es sólo mejor que el 26% que llegó a marcar Sebastián Piñera, aunque la caída en el apoyo a la presidenta y sus atributos ha sido más abrupta.

Todo esto en un escenario económico donde la economía y la inflación están relativamente estables y sin altas tasas de desempleo.

¿Qué le pasó a Bachelet?

Las explicaciones son varias y probablemente se combinan.

La más inmediata apunta a Caval, la empresa de su nuera, que está siendo investigada por posible uso de información privilegiada y tráfico de influencias tras la compra y venta de un terreno de 44 hectáreas.

Un hijo de Bachelet, Sebastián Dávalos, participó personalmente en la reunión que aseguró el crédito bancario usado en la operación.

Y cuando el caso estalló en una revista, la mandataria guardó silencio y luego dijo haberse enterado por la prensa, mientras que el hijo debió renunciar a las labores que ella le había dado como director sociocultural del Gobierno.

El caso de especulación inmobiliaria atenta contra el discurso político de Bachelet, basado en la equidad y se conoce además en medio de otros dos escándalos sobre negocios y política: el de las empresas Penta y Soquimich.

Ambas compañías son investigadas, entre otras acusaciones, por financiamiento ilegal de campañas políticas. En el caso Penta, principalmente figuras de la UDI, al extremo de la derecha chilena. En Soquimich, se investigan boletas emitidas por casi todo el arco político chileno.

Y aunque ni Penta ni Soquimich –controlada por un exyerno de Pinochet– han alcanzado directamente a Bachelet, sí han intensificado la desconfianza de la ciudadanía en el sistema político.

Aunque Philip Alston, relator especial de Naciones Unidas para Derechos Humanos y Pobreza, lo mira en una perspectiva más positiva.

«La corrupción está presente en toda sociedad. Lo bueno es que en Chile la corrupción ha quedado expuesta, se ha hecho pública y la gente está en shock: eso va a facilitar una respuesta más efectiva«, le dice a BBC Mundo.

Y de esa respuesta dependerá en parte la evaluación de la actual administración, coinciden analistas.

La tormenta perfecta

En este enrarecido ambiente político, el capital político de Bachelet acusa también el impacto de 12 meses de intenso debate ante la puesta en marcha de las reformas de su programa de gobierno.

En su primer año, el gobierno aprobó un cambio tributario, una modificación al sistema electoral y los primeros avances de una compleja reforma educativa.

Uno de los senadores de la coalición dijo, al principio de la administración, que se trataba de aplicar «una retroexcavadora» al modelo neoliberal chileno.

Y aunque Bachelet desautorizó la caricatura, la frase quedó instalada, igual que el descontento de quienes piensan que los cambios sólo maquillan el modelo, lo que dejó al gobierno bajo fuego cruzado en algunos temas.

La historia se repetirá además este 2015: Bachelet avanza ahora en una reforma laboral a la que ya se opusieron públicamente las principales organizaciones empresariales, del comercio y la construcción. Y ya anunció que en su mandato se explorarán las vías para un cambio constitucional.

Pero más allá de la compleja coyuntura política, algunos expertos apuntan a otras razones para la ola de críticas que enfrenta la Presidenta chilena.

La antropóloga Sonia Montecinos, Premio Nacional de Ciencias y Humanidades, cree que tras Bachelet hay también una compleja trama de símbolos y expectativas modelando a la opinión pública chilena.

Una líder «mariana»

«Desde la perspectiva de género, es una de las primeras mujeres latinoamericanas que cuenta con un verdadero poder político, y además es reformista» dice la antropóloga de la Universidad de Chile. «Es una mezcla explosiva».

Según Montecinos, Bachelet representa también una serie de elementos de la cultura «mariana», pues en la sociedad mestiza chilena la figura de la virgen se procesa en la figura de la madre a cargo de su hijo.

«Bachelet, divorciada, es también una madre a cargo de sus hijos. Y es una figura que en su faceta profesional, como doctora, extiende ese cuidado hacia los demás», dice Montecinos.

«Y esa lectura ‘mariana’ se une a que es una persona que sufrió y perdonó, que es en cierta forma, una mártir y una heroína. Todos esos elementos conviven en ella, exagerados o no», le dice a BBC Mundo.

Según la antropóloga, «esa imagen es tan compleja, que cuando se derrumba, la caída es muy fuerte y lo que viene es la rabia«.

La académica cree también que hay un machismo soterrado que la popularidad de Bachelet mantenía a raya, pero que se expresa a medida que cae en las encuestas.

«Un hombre no habría sido juzgado así por lo que hizo su hijo», concluye Montecinos.

¿Terminaron los presidentes populares?

A todas las variables del caso Bachelet, Miguel Angel López, del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, ofrece otra explicación.

«En general la popularidad presidencial en Chile siempre ha estado muy alta comparada con otros países. A partir de Piñera, la popularidad presidencial empezó a caer. Y lo normal es que ahora empecemos a mirar popularidades más bajas».

Durante los primeros años recuperada la democracia en Chile, explica López, los presidentes podía manejar las expectativas y cuidar su popularidad, apelando a que las medidas se hacían «en la medida de lo posible».

«Pero con Michelle Bachelet, en su primer período, se instaló la época del cambio, y ahí empezaron a salir los movimientos sociales a presionar por el cambio social, económico», explica López.

«Y esos cambios implican más participación, pero también más inestabilidad», dice el politólogo.

Por eso, afirma, los actuales y futuros mandatarios no van a tener las tasas de popularidad de los primeros presidentes democráticos, «ni del 60%, o sobre el 80%, como pasó al final de Bachelet».

«Lo que no quiere decir que de repente no vaya a venir alguien o que la misma Bachelet se recupere. Pero en promedio van a ser más bajas», concluye.

En lo inmediato, y a un año de su segundo gobierno, la luna de miel de Bachelet y Chile parece haber terminado.

La Presidenta gastó buena parte de su capital político en las reformas de su programa y quedó tocada por la investigación que alcanza a su hijo en medio de un ambiente convulsionado por otros dos casos donde se acusa corrupción.

Bachelet sufre además, la decepción inevitable tras las desmesuradas expectativas que se depositaron en ella y las consecuencias de una crisis de confianza que cruza a todo el sistema político.

Pero aún desde el punto más bajo de su popularidad, Bachelet, al frente de uno de los regímenes presidenciales más fuertes del continente, sigue ubicada en el mejor lugar para responder a las inéditas demandas de transparencia política que hoy exige su ciudadanía.

 

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