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Los despreciables títeres del régimen

Un tuit de Elías Pino Iturrieta del 11 de marzo, que tres días después, cuando escribo este artículo, lleva casi 92.000 vistas, dice así:

“Quiero destacar una curiosa reacción de muchos miembros de la cúpula política: en lugar de presionar a Maduro para que retire la arbitraria inhabilitación de María Corina Machado, la presionan a ella para que se retire del proceso electoral. Eso sí que es notable”.

En un régimen totalitario, donde el miedo y la represión son hechos harto conocidos, la figura de los supuestos opositores -que en realidad hacen lo que le conviene al gobierno- se vuelve cada vez más común y más abominable. Estos individuos, que pretenden representar las voces disidentes dentro del sistema, en realidad son meros títeres en manos del régimen, que actúan en su propio beneficio, a expensas del sufrimiento del pueblo y de la verdadera lucha por la libertad y la democracia.

Estos falsos opositores, otrora expertos en el arte de la simulación y la hipocresía, ya ni siquiera se preocupan por aparentar. Cuando fingen ser críticos del régimen, se les ven las costuras por todas partes. Para nadie es un secreto que están negociando para obtener privilegios, o impunidad o beneficios económicos… o las tres cosas a la vez. Son los perfectos camaleones políticos, que, como decía una canción que bailaban mis abuelos, “cambian de colores según la ocasión”, traicionando a quienes confiaron en ellos y vendiendo su alma al diablo por un puñado de monedas. Pareciera que este es un común denominador en la historia de la humanidad…

Por supuesto, su actitud oportunista sólo contribuye a perpetuar el régimen totalitario, porque con sus actos legitiman, apoyan y le dan respiración boca a boca a un sistema corrupto y represivo. Y también son unos cobardes: en lugar de enfrentarse valientemente al poder establecido y defender los derechos y libertades de sus conciudadanos, que es lo que deberían hacer porque escogieron ser políticos, es decir, servidores públicos, estos traidores prefieren nadar en aguas tranquilas, evitando cualquier confrontación que ponga en riesgo su posición privilegiada y sus intereses personales. Parece que no supieran que, en cuanto no les sirvan al régimen, pasarán por su trilla…

Es indignante, por decir lo menos, ver día a día cómo estos supuestos opositores, algunos apoderados de las banderas y símbolos de los partidos políticos a los que un día pertenecieron, otros enseñoreados en nuevas organizaciones políticas (por las que no votarán ni los cuatro gatos que los siguen), son cómplices del sistema que dicen combatir y tan culpables como los que pertenecen a la nomenklatura. Optaron por abrazar la comodidad y la seguridad que les brinda la sumisión, traicionando la confianza de aquellos que esperaban que representaran una verdadera alternativa al autoritarismo y la opresión.

En definitiva, los falsos opositores no son más que marionetas manipuladas por y desde el poder. No tienen principios ni valores, porque a diario venden públicamente su dignidad y su moral con el mayor desparpajo. Su traición a la causa los convierte en seres despreciables y dignos de la más profunda repulsa por parte de aquellos que creemos en la democracia, la justicia y la libertad.

 

 

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