Catch as catch can o lucha libre
El Dragón Chino mezclaba artes marciales con lucha libre

Hubo una época en Venezuela en que la lucha libre era diversión para todos. Tal vez la salida de una dictadura y el estreno de una democracia que se perfilaba todavía insegura, ameritaba que el pueblo pusiera su atención en algo que absorbiera agresividad. Y ahí estaba la Lucha Libre. Años más tarde, una nueva televisora, Cadena Venezolana de Televisión, Canal 8, sacó un novedoso programa el “Catchascascán” (nunca supe cómo escribirlo, aunque la lógica dice que debe provenir del inglés “catch as catch can”). Era un programa que nadie se perdía.
A comienzos de los años sesenta, cuando nos mudamos a Valencia, mi papá le prometió a mi mamá que iríamos a la capital todos los fines de semana y lo cumplió por varios años. Nos íbamos los viernes y nos hospedábamos en casa de mis tíos los Martínez Correa. Ya una vez hablé de ellos. Mis tíos, Francisco y Berthica, eran primos hermanos, sus mamás eran hijas de Miguel González Guinán, nieto del prócer Miguel Peña. Él y su esposa Carolinita Salas Limardo de González Guinán, vivían en la calle Rondón de Valencia, frente al asilo de las Hermanitas de los Pobres y ahí criaron a sus nueve hijos; un varón (que murió gracias a la dictadura gomecista a los veintitrés años) y ocho mujeres, de las cuales solo se casaron dos, la mayor, mi tía Carlota y la menor, mi abuela Berta. Mi tío Francisco era hijo de la tía Carlota y mi tía Berthica, hija de mi abuela. Y las tías vivieron toda la vida en la calle Rondón, menos Felicia (Icha) y Cristina (Titín), que se fueron a vivir con su hermana Carlota y su marido, Jesús Moisés Martínez Coll, a Mérida, para ayudarlos con la crianza de sus hijos. A escepción de Augusta que murió en Valencia, terminaron todas viviendo en Caracas. Felicia con Josefina, la hija de Carlota y su nueva familia y, el resto, (Ninina, Teté, Bebe y Titín) con Francisco y Berthica. Bueno, Isabel Teresa, (mi tía Teté), se regresó a Valencia con nosotros en 1962 y fue a quien siempre sentimos como abuela.
Mis tías eran las primeras fanáticas del programa “Catchascascán” y, los sábados en la noche, después de jugar con mis primos, acompañábamos a mis tías, primero a rezar el rosario en el oratorio de la casa y después a ver su programa.
Y salían el Dragón Chino con la Dama de las Cadenas, el Santo, con su máscara blanca; Bassil Battah, héroe de todas las mujeres; El Gran Lotario, que terminó como actor de telenovelas; el malvado Dark Búfalo, el Dr. Nelson, por quien todas murieron cuando el Dragón Chino o el Gran Jacobo (otro de los malos), no recuerdo cuál de los dos, le quitó la máscara. Se daban golpes que se veían muy reales y mis tías se asustaban y siempre el insultado era el malvado Dragón Chino.
Cierto sábado, mis papás y mis tíos tenían una salida, no sé si para el cine. Lo extraño era que se llevarían a las tías. Se fueron con Ninina, Bebe y Titín. Al llegar la hora del programa, nos sentamos a verlo mis primos, mi tía Teté, (la única que se quedó con nosotros), mi hermanito Miguel Ángel y yo. Cuál no será nuestra sorpresa que, en la segunda fila, el enorme cuerpo de mi tía Berthica, seguido por el de mi papá, delataban el lugar a donde habían ido. Ahí estaban los siete y no nos habían dicho nada. Porque la sorpresa mayor iba a ser para mis tres tías. Particularmente me encantó que se las hubieran llevado, aunque mis primos, en especial María Carolina, se morían de la rabia, porque a ellos siempre los llevaban a todas partes y esa noche no salieron.
Como Miguel Ángel fue uno de los que demostró frustración por haberse quedado en casa, mi papá le juró que iríamos a un “Catch as catch can” cuando vinieran a Valencia. Y el día llegó, años más tarde, pero llegó. Los presentaron en la nueva Plaza de Toros, la Monumental. Mi papá compró en arena, así que nuestras sillas estaban pegaditas del ring. Y en lo que llegaron los luchadores, al primer campanazo, mi hermanito ya estaba montado en los tendidos de la plaza. ¡Qué miedo le dio! Mi papá logró convencerlo, por las buenas, de que no iba a pasar nada, que todo era mentira, como si fuera una obra de teatro. Pero al bajar del ring el primer luchador malo, y tomar una silla para pegársela por la cabeza al bueno, que siempre era más débil, comenzaron los chillidos de Miguel Ángel, ¡SÁQUENME DE AQUÍ, QUE ESTOS TIPOS ESTÁN LOCOS! No disfrutó para nada que una cuerda de hombres gigantones se cayeran a golpes. Y nosotros tampoco pudimos disfrutar; tuvimos que irnos porque si no, el primer desmayado iba a ser mi hermanito.
Desde hacía varios años, un muchacho de nacionalidad árabe, corpulento, iba mucho a mi casa con una maleta, vendiendo telas. Mi mamá y mi tía Teté solían comprarle y, si mi abuela estaba con nosotros, más mercancía vendía. El chico hizo una bonita amistad con nosotros y le pidió ayuda a mi papá para ingresar como estudiante de medicina a la Universidad de Carabobo. Mi papá no tuvo que hacer mucho, lo consiguió por sus méritos y este muchacho, cada vez iba más a mi casa pero en plan de amigo. Para que a Miguel Ángel se le quitara el miedo a la lucha libre, mi padre inventó que nuestro amigo árabe era “El Dragón Chino” y él, con todo el cariño del mundo agarraba a mi hermanito y le daba unas vueltas en el aire que hacían que se lo creyera. Confieso que hasta yo pensé que era verdad. Supe que llegó a graduarse de médico, pero no hemos vuelto a saber de él. Cabe destacar que olvidé su nombre porque siempre le decíamos “Dragón Chino”.
MI papá logró que a Miguel Ángel se le quitara su fobia por la lucha libre e incluso, consiguió que llegara a admirar muchísimo a los hermanos Battah, Bassil y Jorge (que vestía kimono) y, siempre que podía, mi hermano buscaba una excusa para ir al centro valenciano a comprar algo en “Comercial Battah ”, donde se exhibía montado en la pared, un “Gran Cinturón de Oro” que dejaba constancia de que Bassil Battah era campeón mundial. Definitivamente mi hermano no podía creer que aquellas glorias de la lucha libre y el “Catch as catch can”, estuvieran aquí, en Valencia, atendiendo su negocio. Y ahora he escuchado que “Pepe Ganga” también era de ellos.
Alguien nos comentó que el verdadero “Dragón Chino” era otro de los hermanos Battah , pero no, era un gran luchador chileno llamado Carlos Prussing que ganó muchísimos campeonatos y en Venezuela logró una gran popularidad, llenando estadios porque la gente moría por verlo sobre el ring, a pesar de que era de los rudos. Pero los entendidos dicen que mezclaba artes marciales con lucha libre. Desgraciadamente murió en la pobreza más absoluta en 2002, tenía 82 años.