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Diario de la cuarentena (34): Me aburro, me aburro, me aburro mucho…

Desconozco el futuro tal y como lo pensaba hasta ahora. En la fila del súper, con un pack de cervezas en la mano, me río de algo tan absurdo como el hartazgo del otro

Día 34. Son las dos de un viernes infecto, el quinto desde el confinamiento. El súper está desolado. Pili repone una columna de paquetes de azúcar. Descarga los bultos sin ayuda de máquinas. Es delgada y fibrosa. Puede con eso y más. Goza de buena forma física, porque juega al fútbol. Es del Aleti, por cierto.

Somos pocos en los pasillos. Hasta me parece que puedo escuchar el crujido de las bolsas y el silencio de las berenjenas. Justo cuando levanto un pack de ocho cervezas, escucho el estribillo. “Me aburro, me aburro, me aburro mucho”. Me pregunto si acaso estoy perdiendo la razón y me asomo al pasillo. No lo he imaginado. Es Pili, que canturrea mientras apila, uno sobre otros, los kilos de azúcar refinado.

Dudo sobre si echarme a reír o lamentarme. Me decanto por lo primero, porque tampoco hay mucho de dónde elegir en estos días. Si hasta la vicealcaldesa de Alicante se grabó repitiendo a la canción del sujeto vestido de buzo con un megáfono, cómo no va a hacerlo Pili, que lleva días sepultada bajo guantes y mascarillas.

Siguen apilándose las dudas y difuntos, torres de preguntas que nadie contesta y llegarán de golpe como un bofetón

No sé hasta cuándo durará esta cuaresma perpetua, pero comienzo a dudar. No sé cuánto podamos soportar la sensación de un día que en nada se distingue del anterior ni el siguiente. Desconozco el futuro tal y como lo pensaba hasta ahora. Con un pack de cervezas en la mano, me río de algo tan absurdo como el hartazgo del otro.

En algún lugar, no demasiado lejos de este, siguen apilándose las dudas y difuntos, torres de preguntas que nadie contesta y llegarán de golpe como un bofetón que alguien más repartirá sin contemplación. Aprender a estar a solas con uno mismo no es tan complicado como afinar todas esas soledades.

Espero mi turno para pagar. Un vinilo me recuerda que no estoy respetando la distancia de seguridad. Siento unas ganas desesperadas de tirar las cervezas y salir corriendo. Un minuto más en este mundo y me cambio por una bromelia. Sé que esta noche, cuando encienda el telediario, vendrá el bucle, el mismo que empuja hacia la lavadora cotidiana que barre en círculos la propia capacidad de resistencia. Me aburro, me aburro, me aburro mucho, canta Pili. Y aunque intento quitarme el chascarrillo a sombrerazos, ahí sigue, infeccioso, pegado a mi mente.

 

 

 

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