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Todos, todos, todos

«Amigos, quisiera ser claro con ustedes (…). En la Iglesia hay espacio para todos. En la Iglesia ninguno sobra, ninguno está de más. Hay espacio para todos, así, como somos. Jesús lo dice claramente (…): «Vayan y traigan a todos, jóvenes y viejos, sanos y enfermos, justos y pecadores». Todos, todos, todos. En la Iglesia hay lugar para todos (…). Repitan conmigo, cada uno en su idioma: «Todos, todos, todos»».

Lo repitieron todos los presentes en la JMJ. Doscientas mil personas. Bueno, no todos, algunos no lo repitieron. Porque no lo creen. Había por allí personas con nombres, apellidos –y hasta con solideo– tan alejados del mensaje de Jesús que esto les debió de sonar a nuevo. Todos esos que piensan que en la Iglesia no cabemos todos porque no caben los divorciados, los homosexuales, los comunistas. Y no los culpo, reconozco que cuando escucho a esa panda de fariseos a mí me pasa lo mismo y pienso que los que no caben son ellos. Luego me siento fatal, me arrepiento por creerme mejor –no lo soy– y pienso que, quizás, el mensaje de Francisco –el de Jesús– no es una petición para que ellos nos acepten a nosotros sino para que nosotros los aceptemos a ellos, a los que aún no han entendido el mensaje ni comprenden de quién es el Reino. En la Iglesia caben «todos, todos, todos». También los homófobos, los reaccionarios, los vomitadores de tibios. Repito: todos.

Algunos, desde su trinchera tuitera –el catolicismo de las redes es como para pedir la apostasía– se preguntaban si el Papa afirmaba que en la Iglesia cabe el pecado. Leo la respuesta de José María Olaizola, S.J.: «Cuando, al decir que la Iglesia es de todos, alguien reacciona diciendo que no cabe el pecado, yo me pregunto: ¿es que esos que así hablan no pecan? ¿Qué es, entonces, la misericordia?» Alguien le responde: «La misericordia es la actitud de Dios ante nuestro pecado cuando lo reconocemos frente a Él y manifestamos nuestro deseo de conversión». Olaizola, de nuevo: «Cuando en la cruz Jesús dice «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» no hay en sus verdugos ni reconocimiento de pecado ni deseo de conversión. Pero hay misericordia».

«Hay quien le diría incluso a Dios lo que puede o no puede perdonar», termina Olaizola. Y yo creo que, efectivamente, algunos serían capaces de increpar a Jesucristo, cuando vuelva, al verle partir el pan con una puta, en la mesa con un divorciado, lavando los pies a un transexual, besando a un musulmán, cenando con un radical de izquierdas o, en un acto de generosidad infinita, besando a un tipo de extrema derecha. Francisco nos recuerda que el catolicismo no es un tipo de nacionalismo. No es un gueto excluyente y la Iglesia se llama ‘católica’ por la universalidad de su vocación y del mensaje de Jesús, un mensaje de amor, de esperanza y de perdón. ¡Cuánta falta haces, Francisco! Repítelo las veces que sea necesario: en la Iglesia caben todos, y eso incluye a los más alejados. Porque ‘todos’ no es ‘casi todos’. Todos es todos. También los peores. Incluso yo.

 

 

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