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Villasmil / El 1 de septiembre de 2016: El bravo pueblo se pronuncia

 

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Venezuela sigue viva, a pesar de la tan publicitada portada de TIME. Nos lo recuerda, en una excelente entrevista, el brillante intelectual criollo Joaquín Marta Sosa: “esa portada de la revista “Time” que circuló con el titular de: “Venezuela es un país que está muriendo”, eso no es verdad, eso puede tener algún valor político, algún valor discursivo, para a través de esa imagen, estigmatizar, interpelar y señalar al gobierno, pero eso en términos reales no es verdad, Venezuela es uno de los países más vivos de la Tierra.”

Y lo estamos porque, contrario también a una cierta prédica pesimista, la protesta ante la tiranía no solo no ha disminuido, sino que incluso crece y crece, región tras región, comunidad tras comunidad, día tras día. A mayor opresión mayor rechazo; ¿es que acaso las elecciones de diciembre 2015 no fueron un oceánico acto de protesta?

Frente a cada nueva injusticia hemos ido construyendo, fuera de la narrativa y de la propaganda socialista que dice lo contrario, una auténtica unidad democrática, una identidad propia democrática, republicana y civilista de la cual podemos enorgullecernos. Y se nos percibe así en casi todo el mundo. En política, debe recordarse, percepción es realidad.

Se nos percibe con una identidad que se asocia a lo justo, a lo ético y a lo democrático, que implica conocimiento y respeto de los límites: legales, éticos, morales, institucionales.

Todo verdadero demócrata tiene conciencia de los límites: de su conducta, de lo que debe hacerse, lo que se puede hacer contra el adversario. No podemos, por ejemplo, ser tolerantes con los deshonestos y los corruptos, sobre todo en nuestras filas.

A la ciudadanía le ha costado confiar en una oposición partidista que tiene 17 años deshaciéndose a ratos, encerrada en sí misma en otros, pero que desde al menos el año 2010 para acá está aprendiendo de sus errores, y si los sigue cometiendo, en los tiempos más recientes son menos graves y dolorosos que los incurridos en los años de aprendizaje en la lucha contra el autoritarismo castro-chavista.

La oposición ha podido demostrar que, después de todo, el por muchos ratos admirado tirano socialista estaba desnudo; que carecía de ideas serias, de propuestas sensatas, del más elemental sentido de lo ético, que su oferta implica la muerte de toda moral ciudadana.

En Venezuela hay hoy dos bandos, con un claro antagonismo de pareceres: Una oposición tácticamente reconciliada, respetuosa y defensora de la constitución, frente a un liderazgo chavista en creciente modo de ira ciega, defendiendo con fiereza lo conquistado ilegal y corruptamente, ante la certeza creciente de su posible pérdida.

El grupo de la libertad lo encabeza una Mesa de la Unidad Democrática que nadie niega que siempre requerirá mayores y mejores perfeccionamientos, así como control juicioso sobre las tentaciones caudillistas, tan presentes en los ambientes latinoamericanos. Debe asimismo mejorar y profundizar su contacto con la sociedad más allá de las puertas partidistas, las organizaciones civiles, estudiantiles y profesionales, bajo una conducción política firme pero empática, inclusiva, y que nos guíe por el camino del cambio radical pero pacífico del régimen, de sus injusticias, de sus corrupciones, de sus líderes inhumanos. Por la defensa no solo de los cambios políticos necesarios, sino –extremadamente importante- por la mejora urgente, radical, del desastre socio-económico y ético que tiene a todos los venezolanos no enchufados en el poder viviendo una situación sumamente angustiosa.

El grupo de la tiranía está representado por los restos burocráticos de un partido-instrumento-de-la-tiranía, que al igual que otros diseños previos, era simple expresión de la necesidad de su líder supremo de poseer un vehículo de manipulación de conciencias y agregador de intereses solo reconocidos en tanto y en cuanto se ponían al servicio del caudillo, a la defensa del predominio del autócrata en todos los órdenes e instituciones del poder.

Y para ello, no han dudado en usar la violencia de todo tipo. Una y otra vez, desde el primer día en el gobierno hasta el momento en que escribo estas líneas.

Una de las mayores miserias que puede perpetrar un político –sobre todo si ha sido electo por voto popular- es convertirse en enemigo y verdugo de su propio pueblo.

El chavismo lo es: miserable por verdugo, verdugo por miserable. No solo ha dividido a los venezolanos, sino que se ha sentido siempre autorizado a considerar a sus adversarios como enemigos a destruir, y lo ha intentado. Repitámoslo: una y otra vez. Y cada nueva intención, cada nueva acción violenta, persecutoria e ilegal, no ocultan, al contrario, muestran a cabalidad los temores y los miedos que ahogan cada vez más a la dirigencia chavista.

La política puede suscitar lo mejor y lo peor de nosotros. Bajo el influjo de Hugo Chávez y de Fidel Castro, las huestes que hoy encabezan Nicolás Maduro y Diosdado Cabello han dado muchos ejemplos de que están dispuestos a todo con tal de no ceder el poder, más allá de los discursos de algunos opositores que han creído en un posible Camino de Damasco chavista, que ilumine a Maduro y Cabello y los convierta en seres humanos con por lo menos algún instinto de supervivencia que no implique destruir todo a su paso y que acepten negociar su salida.

Una institución que hasta ahora no ha estado a la altura de su deber constitucional, y por ende ético, es la fuerza armada. Ella es un enigma hoy, y en buena parte el que se resuelva esta situación crecientemente trágica que vive nuestro país descansa en las conciencias de los de uniforme, no nos engañemos. Y ya es hora de que sus conciencias despierten ante las llamadas de la libertad. Sus jefes visibles paladean la tensión creciente, y por ello deben distanciarse de la locura para la que el régimen exige su complicidad.

Ahora bien, el deber de un demócrata que confronta una tiranía es actuar, a pesar de todo y de todos aquellos que se puedan oponer. Porque él no está guiado por la defensa de corruptelas o de privilegios, sino por valores morales que trascienden la vida misma. Y un correcto análisis de la situación ha llevado en este momento a expresar la voluntad popular tomando las calles, vale decir, los espacios físicos visibles a todos, de tradicional expresión democrática, para ver si por esa vía se nos permite acceder al terreno de la expresión democrática fundamental: la consulta electoral.

Qué sucederá el 1-S no depende exclusivamente de la oposición; en toda confrontación política, lo dice la más simple de las reglas estratégicas, lo que haga tu adversario, sus posibles reacciones, condicionan y determinan en alguna manera tu accionar.

Desde el lado de la oposición al régimen está un pueblo cansado y turbado que crece día a día en su propósito de lograr un cambio de rumbo en paz. Este próximo jueves debe ser UN PRIMERO DE SEPTIEMBRE HISTÓRICO, y ojalá pueda unirse a otras grandes jornadas venezolanas, fiestas de la libertad. Fechas como el 19 de abril de 1810, o el 23 de enero de 1958.

Y Dios mediante será así, porque millones y millones de venezolanos, hoy con una gran inteligencia de corazón, poseen unidad, confianza y esperanza superiores a todas las amenazas y violencias del régimen, crecientes en los últimos días, sin temor ante los desafíos provenientes de las ruinas de la corrupción chavista y, muy importante, sin temor al temor mismo, ése lo tiene hoy monopolizado la tiranía y sus agentes, náufragos de sus propias tormentas.

Porque, en palabras del inolvidable Luis Castro Leiva, “tal vez el miedo más intolerable en moral y política sea no atreverse a pensar en democracia”…

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