Democracia y Política

Al socialismo del siglo XXI lo parió la derecha

socialismo o muerteEn América Latina, la izquierda y la derecha son diferentes de las que existieron antes de la caída del muro de Berlín. La izquierda, que seguía sentimentalmente unida a la utopía fracasada a principios de los 90, había perdido buena parte de su capacidad de influencia. La derecha aprovechó el espacio y se enraizó. Esto con un discurso de propiedad y orden, sin considerar que la propiedad es funcional a la libertad y sin preocuparse de que aquella se distribuya en lugar de que se concentre. Se transformó en la voz política de quienes amparan el abuso y las desigualdades.

La indiferencia y la desatención de la derecha propiciaron violaciones continuas y prolongadas de los derechos humanos. Convirtió a Latinoamérica en la región en desarrollo que mejor ejemplificaba el proceso mundial de “urbanización de la pobreza”. A fines de los años noventa, seis de cada diez pobres habitaban zonas urbanas y las deficiencias de tipo habitacional, de nutrición, de acceso a salud y educación se incrementaron año a año. Necesidades que actuaron como fertilizantes en quienes querían poder sin tener bandera.

Latinoamérica yacía cargada de urgencias mientras los Gobiernos de derecha marcaban distancias abismales en el acceso a servicios públicos, respeto a derechos fundamentales y repartición de riquezas. Fue bajo Gobiernos de derecha que los crímenes de género despuntaron y la homofobia se fortaleció. El racismo, especialmente a pueblos indígenas, se extendió como práctica generalizada. No existían políticas eficientes en materia de salud pública; el narcotráfico se trataba desde las esquinas; las desapariciones se institucionalizaron como herramienta para garantizar la seguridad y el orden social. Los índices de analfabetismo se elevaron. La protección ambiental no era considerada como un tema relevante en la agenda pública, tampoco la homogenización de oportunidades.

La derecha usó el poder para el beneficio exclusivo de la clase política de turno y eso, silenciosamente, iba fecundando al socialismo del siglo XXI. La derecha lo parió. Lo parió por autoritaria, explotadora y excluyente. Le regaló las bases de un discurso que usa la retórica de la democracia para violar los principios de la misma, tal como ella lo hacía con el liberalismo. Inevitablemente, la democracia liberal se devaluó.

Las crisis económicas y las necesidades latentes en Latinoamérica, acompañadas de un discurso enfocado en la soberanía de los recursos naturales y la reducción de la desigualdad social fueron factores claves para el cambio de tendencia en la región. Precios extraordinariamente altos permitieron que el mesianismo político de Chávez, Cristina, Evo o Rafael encuentre asidero. Con ello invisibilizaron sus verdaderas intenciones, el poder ilimitado, proponiendo un sistema económico “Robin Hoodeano”, con crisis macroeconómica en el mediano plazo, que adolece de corrupción y que genera el nacimiento de nuevos ricos, los amigos del poder, los boliburgueses.

Mientras la derecha evitaba los medios de acercamiento con el pueblo y sus líderes asumían posturas de deidades inalcanzables e indiferentes, el socialismo del siglo XXI, que no es otra cosa sino populismo con nombre renovado, tendía puentes hablando el mismo idioma que su electorado. Sin poses, de cerca, cantando. Llamándolos “compañeros” .

América latina por años sufrió la vía latifundista del desarrollo agropecuario, un sistema desastroso para la democracia y que frenó el crecimiento económico llenando los bolsillos de unos pocos, casi siempre amigos del poder. El socialismo del siglo XXI incluyó en su discurso la redistribución de las tierras con políticas absolutistas. Pasando de un extremo a otro y sin considerar prácticas participativas que analicen las realidades de forma pormenorizada, menoscabando los derechos individuales y colectivos. Una cadena de abusos con nombres distintos.

Es muy propio de la derecha ejercer funciones desde la prepotencia y la soberbia, características también de este nuevo socialismo. Ambos criminalizan la protesta y descalifican, usando el poder estatal contra cualquiera que cuestione el régimen. Por ello es bastante normal encontrar en estos nuevos líderes rasgos de las cabezas de la derecha. Como si se tratase del hijo que niegas y que al mismo tiempo es el más parecido a ti.

La derecha, antes de culpar al socialismo del siglo XXI por todo lo que hoy le sigue doliendo a Latinoamérica, debe asumir que dejó tan mal a los pueblos que gobernó como para que crean que estas revoluciones son la única solución. Debe entender que culpar a los nuevos, como estrategia de resurgimiento, los deja en ridículo.

 

Karla Morales es abogada especializada en Derechos Humanos. Colabora como columnista de varios medios impresos y digitales en Ecuador y Estados Unidos. Twitter @karlamoralesr

Un comentario

  1. Pues sí. No cabe duda. La gente, equivocadamente, llama Frankenstein al monstruo (cuando el pobre no tiene nombre). El Dr. Victor Frankenstein (quien lo creó) es el monstruo verdadero.

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