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La cosecha de arroz en Cuba fracasa al cubrir menos del 30% del consumo nacional

Las autoridades no han desvelado la producción de 2022, pero avanzaron que hubo un "socavón real"

Distrubución de arroz en Cuba. (EFE)En Cuba se necesitan al menos 600.000 toneladas de arroz para la canasta familiar y el consumo social. (EFE)

 

Las autoridades cubanas no han revelado el mal resultado de la producción arrocera de 2022, pero una nota publicada este domingo por el diario oficial Granma deja adivinar que ha sido peor aún de lo esperado. En febrero de ese año, la cosecha se quedó en 120.000 toneladas y se fijó, para la siguiente, un objetivo de 180.000, una ínfima porción de las casi 700.000 necesarias para el consumo nacional. Ni eso se consiguió, pero no hay datos oficiales de lo que un funcionario calificó de «socavón real» de la producción en 2022, «cuando los volúmenes del alimento descendieron considerablemente».

Oslando Linares Morell, director de la División Tecnológica de Arroz del estatal Grupo Empresarial Agrícola, explica que en 2012 se creó un programa para el desarrollo de este cereal que, además de constituir culturalmente un alimento básico en la dieta cubana, reúne varias cualidades que lo convierten en idóneo para la situación de la Isla, desde su sencillo almacenamiento sin procesar hasta su alta aportación calórica. El plan era lograr el pleno autoabastecimiento en 2030 para suprimir las importaciones, pero el fracaso ha sido monumental.

Para lograr el autoabastecimiento, habría que sembrar 200.000 hectáreas anuales, con un rendimiento de seis toneladas por hectárea y una producción de 1.200.000 toneladas de cereal húmedo

Cuba necesita, indica el texto, 600.000 toneladas para la canasta normada y el consumo social. El dato resulta llamativo cuando en los últimos años, incluido 2022, la cantidad requerida se ha cifrado en 700.000, lo que podría sugerir un alivio tras la salida de al menos un cuarto de millón de la población en los últimos 12 meses.

Para lograr el autoabastecimiento, habría que sembrar 200.000 hectáreas anuales, con un rendimiento de seis toneladas por hectárea y una producción de 1.200.000 toneladas de cereal húmedo, que dan como resultado las ansiadas 600.000. Pero la realidad choca con el sueño.

«Los planes montados para 2023 todavía son bastante bajos, con alrededor del 40% de cuanto estaba previsto a esta altura en el programa de desarrollo. Esto significa que debíamos sembrar 140.000 hectáreas, y solo lograremos plantar en este calendario 68.000 hectáreas, cifra realmente pobre», señala. Con esas cuentas tal vez consigan obtenerse, en el mejor de los casos, 204.000 toneladas si se usan las cuentas oficiales, por lo que aún habría que importar al menos 400.000 si todo saliera bien.

Los precios del arroz en los mercados internacionales han subido en los últimos años y la tonelada en Vietnam estaba en 437 dólares la primera semana de 2023, por lo que Cuba debería gastar 174,4 millones de dólares para adquirir las 400.000 toneladas desde allí. Y eso si las previsiones se cumplieran, algo que parece muy lejos de suceder a la vista de que la producción arrocera no deja de hundirse. En 2022, la Isla debió emplear más de 300 millones de dólares para comprar el producto y a todo ese gasto hay que sumar los transportes, ya que llega, como recuerda Linares Morell, «no precisamente desde naciones cercanas».

En 2018, los planes nacionales de arroz marchaban adecuadamente, y aunque estaban muy lejos de cumplirse los objetivos de autoabastecimiento, el progreso era bueno, hasta el punto de que ese año se logró el récord histórico de 304.000 toneladas. En 2019 comenzó el desplome, con 246.700 toneladas y después, ya con la pandemia, llegó lo peor: 162.965 toneladas en 2020 y unas 120.000 en 2021.

El funcionario habla de la influencia del covid-19, el endurecimiento del embargo, la «inclusión espuria de Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo» y la guerra de Ucrania como causas de los planes truncados. Además, señala que hay limitaciones para la Isla a la hora de obtener pesticidas, herbicidas, fertilizantes y combustible para la maquinaria aérea y de tierra.

Pese a todo, Linares fue optimista y consideró que en 2023 puede empezar una recuperación, especialmente si se emplean «la ciencia, la técnica y la innovación», aunque a la hora de exponer en qué consistiría no hubo más que el habitual voluntarismo y el «hay que».

«Los arroceros tenemos que acostumbrarnos a las nuevas condiciones de trabajo, a utilizar menos productos químicos y a emplear un número considerablemente mayor de bioproductos», añadió. El único procedimiento tangible que explicó fue el desarrollo de cuatro variedades de semillas –adicionales a las 12 ya existentes con apoyo de Vietnam y Japón– con ciclos más cortos y menor exigencia de insumos.

En los mercados cubanos, mientras, el arroz no deja de subir cuando se encuentra. Los datos oficiales de inflación indican que en octubre el precio del producto aumentó más de un 4% y en noviembre volvió a crecer más de un 3,4%

En los mercados cubanos, mientras, el arroz no deja de subir cuando se encuentra. Los datos oficiales de inflación indican que en octubre el precio del producto aumentó más de un 4% y en noviembre volvió a crecer más de un 3,4%.

El llamado arroz criollo, de producción nacional, no goza de buena reputación en las cocinas cubanas. Los métodos de recogida, traslado y almacenaje hacen que el grano final esté frecuentemente partido y su cocción no sea tan satisfactoria. Los consumidores prefieren el producto importado de Uruguay o Brasil, desde donde llega un arroz de grano más entero, que crece más al cocinarlo y con mejor sabor.

El arroz proveniente de Vietnam tampoco está bien valorado porque el que se ha vendido en la Isla a través del mercado racionado también tiene un alto porcentaje de granos partidos y resulta muy difícil lograr que durante su elaboración culinaria quede desgranado, una de las características que se busca del alimento en la tradición culinaria cubana que rechaza el producto empegostado o hecho bolas.

 

 

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