DictaduraEconomía

Los desastrosos proyectos de Fidel Castro

Los delirantes proyectos del dictador tuvieron un costo incalculable y originaron la actual hecatombe de la economía cubana

LA HABANA, Cuba. — En octubre de 1967, Fidel Castro ordenó comenzar la siembra de la pangola, una hierba para alimentar al ganado. Tanto se hablaba de la pangola que se hizo popular una canción de Harry Lewis que tenía un estribillo que decía: “pangola, pangola, quiero que me den pangola”, una veladamente satírica insinuación de que también las personas comeríamos hierba.

Por aquella época, Fidel Castro decía que se iba a incrementar el cultivo de arroz y caña de azúcar y aseguraba que Cuba llegaría a exportar arroz y carne de res. Hoy no hay  carne ni leche, el arroz se importa en su mayoría y la industria azucarera está en quiebra absoluta.

En 1968, para aumentar la cantidad de tierras disponibles para la agricultura, Fidel Castro ordenó  la demolición de miles de hectáreas que estaban ocupadas por árboles frutales y maderables. Para aquella tarea, adquirieron 700 camiones de volteo Berlitz, además de equipos de movimiento de tierra como buldóceres, motoniveladoras, compactadoras y otros, todos comprados en el mercado capitalista en divisa.

Como consecuencia de aquel plan, la mayoría de las frutas desaparecieron de los mercados. Hoy es casi imposible ver  zapotes, anones, guanábanas mandarinas o granadas. Otras frutas como mameyes, limones, piñas, melones y guayabas alcanzan precios exorbitantes entre los vendedores particulares cuando aparecen. La única fruta que abunda es el plátano y se vende a 15 pesos la libra.

Los árboles de madera preciosa escasean y no pueden talarse sin un permiso especial de las autoridades. Aquel que incumpla esta ley es multado y le confiscan la madera, aunque el árbol esté dentro de su propiedad. Como resultado de la deforestación, muchos suelos están salinizados. El régimen de las lluvias ha disminuido por igual causa. Hoy, en el campo cubano, en grandes extensiones de tierra, solo encontramos marabú.

Después del fracaso de la Zafra de los Diez Millones en 1970, Fidel Castro ordenó la creación de las escuelas en el campo, que tenían como fin becar a los estudiantes de la enseñanza media para adoctrinarlos en la ideología marxista-leninista.

El Líder Máximo aportó sus ideas para el diseño de las escuelas en el campo. Hechas por el sistema de prefabricado en bloques, contaban con aulas, dormitorios, laboratorios con equipamiento profesional, talleres con tecnología importada, campos deportivos y hasta instrumentos para bandas de música.

Tenían estas escuelas hasta un pequeño hospital de atención primaria con 10 camas y una ambulancia de guardia permanente para trasladar casos de urgencia.

La comida era excelente. No faltaba la leche, quesos, carnes, embutidos, frutas y latas de pescado importado de Japón u otros productos que en ocasiones se echaban a perder, lo que servía para justificar el saqueo que hacían los empleados.

Para el traslado de los estudiantes, profesores  y empleados, se ensamblaron 2 000 ómnibus con chasis de camiones rusos Gaz llamados Girón.

Los primeros alumnos que gozaron de estos beneficios fueron los hijos de los dirigentes, quienes los internaron en ellas, siempre con la mirada puesta en garantizar su relevo.

Estas escuelas primero fueron edificadas en la antigua provincia Habana campo y después se extendieron a otras regiones del país.

La primera de estas instalaciones, Ceiba 1, se hizo en Ceiba del Agua, en la actual provincia Artemisa. Inaugurada por Fidel Castro, estaba rodeada de un gran plan citrícola que atenderían los alumnos.

En la Escuela Lenin, al sur de La Habana, donde se formarían los futuros hombres de ciencia con un sistema especial de enseñanza y ventajas que no tenían otros planteles, el Estado invirtió millones de dólares.

La decadencia de estas escuelas se inició cuando se acabó el subsidio soviético. Hace unos años, fueron cerradas por incosteables las escuelas en el campo. Las edificaciones que no fueron convertidas en instalaciones militares, reclusorios o albergues para damnificados por los ciclones, luego de ser saqueadas por los vecinos de la zona, están abandonadas, en ruinas.

Los delirantes proyectos de Fidel Castro tuvieron un costo incalculable y originaron la actual hecatombe de la economía cubana.

 

 

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