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Piedad Bonnett, premio Reina Sofía: «En un mundo polarizado, la poesía es la voz de la complejidad»

La poeta y colaboradora de ABC Cultural ha sido distinguida con el gran galardón de la poesía en español

 

Dice Piedad Bonnett (Amalfi, Colombia, 1951) que cuando se mira en el espejo de la poesía lo que ve es una niña. «Ahí está mi parte infantil, mi parte adolescente», cuenta a ABC al poco de recibir la llamada que le comunicaba el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el máximo galardón del género en español, que reconoce una trayectoria de ocho poemarios luminosos, incluso cuando la autora ha apuntado a las partes más oscuras de su biografía, de la realidad. Pero toca empezar por el recuerdo. ¿Hay mejor celebración?

—¿Cómo empezó todo?

—Mis inicios fueron muy difíciles. Tenía una gran falta de fe en mi talento, me demoré mucho para llevar mis versos a un editor, publiqué por primera vez a los treinta y nueve años, aunque llevaba escribiendo desde los quince. Tenía muchas dudas sobre mí misma, sobre mi capacidad, pero nunca dudé de mi amor a la poesía.

—Los premios habrán ayudado a disipar esa inseguridad, ¿no?

—Sí, sí… Se disipó relativamente pronto porque con el tercer libro me gané el premio Nacional y las editoriales me abrieron sus puertas muy generosamente. Fue muy rápido. Fui cogiendo confianza y me entregué al oficio plenamente. Aunque con una gran paciencia [se para]. La poesía me ha dado mucha felicidad. Es el género que más feliz me hace.

—¿La poesía es siempre joven?

—La poesía nace siempre en la adolescencia como una necesidad. A mí me mandaron a un internado a los catorce años porque era una chica muy rebelde, y allí publiqué mi primer poema en un periódico estudiantil. Claro que no sé qué decía, porque no lo guardé. No guardaba muchos poemas por inseguridad… Pero sí, los poetas tenemos siempre algo de niños. El niño que llevamos dentro está muy vivo en la poesía.

—¿Y qué le aporta la poesía a estas alturas?

—Es una necesidad. Al principio tenía mucho miedo de quedarme seca, pero ya estoy muy vieja y no me he secado [ríe]. Tal vez la poesía es lo que me permite vivir así.

—¿En qué maestros descubrió la vocación?

—Tengo muchos maestros. Quizá el primero, el que marcó mi juventud, fue César Vallejo. También el Neruda de ‘Residencia en la Tierra’, o sea, el Neruda vanguardista. También le debo a Antonio Machado lo que sé sobre el silencio, sobre la sobriedad, sobre la poesía de lo pequeño [otro silencio]. La gran poeta que me ha influido mucho es Blanca Varela. Yo siempre vuelvo a los mismos, vuelvo a ella. Es una voz muy oscura, siempre me sugiere cosas.

—¿La poesía se lee o se relee?

—Yo vivo explorando, pero cada vez me resulta más difícil encontrar poesía que me guste. Quizá porque siempre estoy buscando algo que me hable de una manera nueva. Antes de sentarme a escribir siempre leo durante un rato poesía.

—¿Cree, como Joan Margarit, otro ganador del Reina Sofía, que el poema es la antítesis de la política? ¿Qué aporta un poema en medio de tanta bronca?

—La mayoría de la gente no lo entiende, pero la poesía parte de una manera de pensar que no tiene que ver con el pensamiento estrictamente racional que usamos todos los días. Tiene mucho que ver con la intuición, con la emoción. Es un pensamiento analógico, metafórico. Pero nos han expulsado de esas maneras de acercarnos al mundo. Cuando la gente descubre que ese lenguaje es un idioma particular, nuevo, distinto, encuentra una manera de conversar con la realidad más honda y compleja. Tiene que ver con un mundo que no es de blancos y negros, que es el mundo que se pinta en la discusión política, en las redes sociales… En un mundo polarizado, la poesía es la voz de la complejidad. Es una forma de conocimiento que va mucho más allá de la belleza y el lirismo.

 

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