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Pilar Molina: La curva de aprendizaje del rebelde

Cada día confirma que al final de su mandato seremos más pobres y desiguales, pero es el costo a pagar por el aprendizaje del Presidente Boric y su coalición de gobierno.

“En este momento no hay espacio para curvas de aprendizaje”, aseveró ePresidente Boric y por eso nombró un nuevo subsecretario de Redes Asistenciales con experiencia para enfrentar la crisis pediátrica provocada por el virus sincicial.

Pero en el país sí hay espacios para que la coalición del Presidente Boric aprenda a gobernar y los costos han sido, son y serán altos.

Lo hemos visto en la forma de abordar el conflicto con insurgentes en lo que él aludía como el Wallmapu y “territorio liberado”. Después de mas de un año de estar renovando los estados de excepción “acotados”, este mes lo hizo sin restricciones. Aplicando el aprendizaje por ensayo y error, endureció la mano al darse cuenta de la insuficiencia de la medida restringida que sólo bajó en un 30% los atentados. Y avanzó a reconocer actos terroristas, que antes negaba. Esta semana incluso comprometió un proyecto de ley antiterrorista porque la actual normativa no la aplicaba, pero tampoco hacía intento de reformarla.

Tomó conocimiento que el Estado no puede rendirse ante el terrorismo, como tampoco ante la migración ilegal, donde, al menos, dice que no habrá perdonazo para las centenas de miles de ingresos irregulares. Y llevó militares a cuidar la frontera, otro avance, porque hace poco las quería abiertas de par en par, lo cual nos llenó de una delincuencia nunca antes vista que no le perdonan los chilenos.

El costo de su apoyo a los retiros de los fondos para la vejez, cuando era diputado de la oposición, lo pagamos en incómodas cuotas mensuales hasta hoy y, especialmente, los más vulnerables. Así también, según el último Simce, que el ministro no quería aplicar, están sufriendo en matemáticas un retroceso de 23 años los cuartos básicos y de 4 años, los alumnos de segundo medio. Sin duda que el desastre lo agravó la intransigencia de la coalición gobernante para reabrir los colegios a las clases presenciales por casi dos años con la excusa de la pandemia. Aprendió a izquierda, sí, pero como oposición antes buscó destituir al Ministro de Educación por insistir en la reapertura de los establecimientos y presentó varios proyectos de ley para impedirlo.

Son muchas las materias donde el Mandatario ha hecho la curva de aprendizaje, pero muchas más donde ignoramos en qué parte de la curva está transitando. Sin duda que sigue al comienzo de la elipse en materia de seguridad, a pesar de sus declaraciones retóricas.  Aunque se compromete con una agenda de seguridad con el Senado, no envía los proyectos y entorpece la aprobación de otros, como el que busca terminar con la impunidad que disfrutan los que hoy usurpan tierras.

El Presidente está todavía al inicio de la curva de aprendizaje respecto a la importancia del crecimiento económico y aparece obsesionado con la idea que lograremos la felicidad a punta de reformas tributarias. A pesar del bajón de la inversión y el magro crecimiento proyectado para los próximos años (entre los 20 países con menor tasa hasta el 2026, según el FMI), todavía no aprende que, si no hay riqueza, no hay nada que repartir.

Tampoco ha asimilado que el Estado empresario, produciendo balones de gas a 120 mil pesos que el sector privado vende a 23 mil, no nos hará más ricos, sino que, por el contrario, seguiremos los tristes caminos de todos los países que han creído que pueden reemplazar la iniciativa privada por la del Estado.

Aunque el boom del litio, como llegó se irá, el Presidente insiste que para capturar sus rentas la vía no es facilitar la inversión privada, que el año pasado le transfirió al fisco 5 mil 300 MM de dólares, sino que poner al Estado a hacer sociedades con privados donde tenga el control. Si no aprovechamos el mayor precio, volverá a pedir perdón en el tiempo.

Pero sus frecuentes excusas para reconocer decisiones equivocadas anteriores no excusan el daño que provoca su lento proceso de aprendizaje en algunos ítems. En confianza con sus huestes de Convergencia Social retomó su idea refundacional: “queremos hacer cambios que sean estructurales, no una mera administración de lo que hoy hay”. ¿No le han enseñado que es inviable su propuesta de “cambiar la sociedad” si antes no demuestra capacidad de administrar lo que hay? ¡Ni las vacunas, ni la seguridad, ni la brecha en educación, ni la migración ilegal o el hundimiento de la economía, nada! Ni siquiera puede levantar una iniciativa para terminar con la incertidumbre que hunde en el pesar a los millones de afiliados a isapres y a los millones que se atienden en el sistema privado de salud. No es capaz de enfrentar las crisis (que, en su caso, no se las crea la oposición política) y ¡así pretende rehacer el país!

Claro que puede cambiar de rumbo si quiere aumentar la base de apoyo más allá del 30% que le reconocen las encuestas, pero no para aplicar su programa rechazado por el 62% de los chilenos en el plebiscito del 4-S que lo recogió.  Y mucho menos aceptable es que postule que “la rebeldía puede ser parte del gobierno” justificando que “la rebeldía es parte de la esencia de ser militante de izquierda”. La disconformidad, en el caso de la izquierda, suele venir de la mano con la violencia como motor de cambio.

Nosotros podemos rebelarnos, pero él ya no dirige las marchas de la Confech, sino que como Presidente representa al Estado. Idealizando la rebeldía que él tiene el deber de sofocar desde el Estado cuando conlleva un deterioro del Estado de derecho, ¿está acaso inspirando a los overoles blancos a seguir destruyendo la educación pública en los ex liceos emblemáticos y a los octubristas rebeldes a continuar volando torres de alta tensión y puentes con explosivos?

Que la rebeldía poética se la deje a otros.  ¿Cuánto se demorará en aprender que a él le toca reimponer el orden y la ley frente a la cual antes le gustó rebelarse?

No es culpa de Mandatario, finalmente. Somos los chilenos los que votamos por gobiernos para que usen el poder para aprender. Justo es, entonces, que paguemos el costo de tan mala decisión. Cada día confirma que al final de su mandato seremos más pobres y desiguales, pero es el costo a pagar por el aprendizaje de un rebelde.

 

 

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