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Rosario Murillo: la mujer detrás del poder en Nicaragua

Poeta, mística, ministra, ideóloga, copresidenta. Murillo a lo largo de su vida ha encarnado todo tipo de facetas. Es, probablemente, la persona más temida de todo un país

                        Rosario Murillo durante el 40 aniversario de la victoria sandinista AFP

Está en su momento estelar y lo sabe. Su mirada permanece hacia abajo, fija en los monitores que están en el suelo de la tarima en las que puede observar cada uno de los encuadres de las cámaras. Es la prueba absoluta de que todo está bajo su control. En esa noche a finales de octubre de 2021, un poco más fría que las del resto del año, Daniel Ortega oficializó lo que muchos consideraron un traspaso absoluto de poder. «Aquí respetamos el principio de 50 y 50, aquí tenemos una copresidencia con la compañera Rosario», dijo el mandatario sandinista de 77 años.

Ortega pronunció de la manera más lúcida aquella palabra. «Copresidencia». Una que suena más a dinastía que a democracia. La avanzada edad del comandante lo ha llevado a identificar a un heredero, o heredera. Rosario Murillo tenía el cargo muy bien constituido antes de las protestas de abril de 2018. Ella era la siguiente en la línea de sucesión de no haber sido porque su imagen fue perjudicada luego de girar una orden tan brutal que sellaría su destino.

«Vamos con todo»

Las protestas de abril de 2018 marcaron al régimen de Ortega y Murillo. «A partir de ahí llega la radicalización, la consolidación y también el desenmascaramiento del modelo que ambos venían construyendo desde el 2007, cuando llegaron al poder», asegura un antropólogo nicaragüense que fue miembro de las juventudes del partido y creció bajo la ideología de la primera etapa de la revolución sandinista. Pidió mantenerse bajo anonimato debido a la reciente escalada represiva ocurrida en Nicaragua, que ha dejado sin nacionalidad a 317 personas.

El 19 de abril, Nicaragua daba inicio a una severa crisis que está por cumplir cinco años. Ese día, según reveló la filtración de una serie de correos por el medio nicaragüense ‘Confidencial’, Murillo convocó a los secretarios políticos a una reunión de emergencia. Varias ciudades del país, incluidas la capital Managua, estaban sublevadas contra ellos.

La reunión lo cambiaría todo. Fue realizada en el Parque Japonés, ubicado en el centro de la capital. Es un jardín de estilo nipón donado por el Gobierno de dicho país. Fidel Moreno, secretario general de la Alcaldía de Managua, y una de las piezas más leales a Murillo, bajó una línea que instruyó ella misma. «Vamos con todo. No vamos a dejar que nos roben la revolución», manifestó. La disposición dejó un saldo sangriento. Consistía en usar todos los recursos —incluso las armas— para aplacar las protestas a como fuera. Los muertos producto de la represión se empezaron a contar, hasta llegar a 355 decesos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

 

 

Imagen principal - Rosario Murillo: la mujer detrás del poder en Nicaragua
Imagen secundaria 1 - Rosario Murillo: la mujer detrás del poder en Nicaragua
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EL TÁNDEM MURILLO-ORTEGA

 

«El camino de la radicalización dejó un costo altísimo para Murillo, quien en las elecciones de 2016 fue colocada para la vicepresidencia y se perfilaba como un relevo a corto plazo de Ortega. Lo pudo haber sido, pero ella cargó, o al menos se le achacaron, las decisiones más duras del régimen», agregó otra fuente cercana al sandinismo hasta 1990, cuando el partido perdió las elecciones contra Violeta Barrios de Chamorro, la primera mujer en la presidencia del país tras una cruenta guerra civil.

Los símbolos del poder

En 2014 decoró a su antojo una ciudad entera. Mandó a colocar decenas de «árboles de la vida» por toda Managua. Eran unas estructuras metálicas de muchos colores y luces que en 2018 terminaron siendo el punto de catarsis de los manifestantes. Estas piezas fueron como una extensión de su carácter relacionado con el esoterismo.

Murillo utiliza siempre más de una decena de anillos en las manos y ropaje de múltiples colores. Llena todos los eventos con un excesivo número de flores. En el país la relacionan con el ocultismo y otras prácticas espirituales de la ‘Nueva Era’. Muchos creen que su poder de decisión es más que el de Ortega, quien encarna una reliquia revolucionaria que mantiene alguna cohesión con el sandinismo histórico.

Ambos se conocieron en los setentas, cuando él era clandestino y ella una poeta. Los dos estaban autoexiliados en Costa Rica debido a la cruenta dictadura de los Somoza. Desde entonces, no se volvieron a separar. La figura de Murillo nunca fue destacada dentro del génesis del partido. Educada en etiqueta y protocolo en Suiza, su campo y área de acción siempre fue la cultura. Tanto así que inició una lucha de bandos en la década de los ochentas para arrebatarle el Ministerio de Cultura al padre y poeta Ernesto Cardenal. Murillo inauguró a su vez un Instituto bajo su cargo.

Pero el punto de quiebre de su vida ocurrió en 1998. Su hija, Zoilamérica Narváez, acusó a Ortega, su padrastro, de abuso sexual. Y a ella de encubrir dichos abusos desde que tenía 11 años. Murillo negó todas esas acusaciones y le dio la espalda. Esto la unió para siempre al caudillo sandinista, quien le debe su continuidad en la política. Todos creían que era una muerte segura para sus aspiraciones presidenciales. No fue así. Ambas, hija y madre, se distanciaron y el caso no llegó a más debido a una justicia que se acomodó a Ortega.

El binomio Ortega–Murillo ha estado marcado desde el inicio por la búsqueda del poder a toda costa. Ambos se complementan. Ortega es descrito por sus más cercanos como hosco, pasivo, retraído. Mientras que Murillo es la parte activa, cuidadosa con todos los detalles estéticos de la puesta en escena de su régimen. Ha fungido como ministra de comunicaciones y la mente maestra detrás de los colores fucsia y el uso de elementos kitsch. También como coordinadora del Gabinete, mensajera espiritual, oradora diaria del Gobierno y, ahora, como la segunda figura más poderosa de Nicaragua.

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