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Inolvidable Iván Feo – LA MUERTE por Antonio Llerandi

Me van a perdonar lo exageradamente personal de este artículo, pero es que se me murió Iván Feo. Se me murió a mí y eso me duele acojonadamente.

Fallece a los 77 años el cineasta venezolano Iván Feo

 

 

Habrá mucha gente que lo llorará, pero yo voy a hacerlo de una forma muy particular, pues fueron muchos años juntos, en la vida cotidiana y en la vida cinematográfica; nos acompañamos haciendo dos cortometrajes, Descarga y Se mueve, y un largometraje País Portátil, pero nuestra confluencia no fue sólo hacer esas películas. Es que era una época, gloriosa y desaparecida, en que convivíamos plenamente, tanto, que hablábamos de que nosotros éramos como Ortega y Gasset, que siempre estaban unidos.

Al cerebro, ese órgano maravilloso que tenemos los humanos, no lo jode sino la muerte, o ese adelanto siniestro de la propia muerte que algunos llaman Alzhéimer. No en vano es muy popular y universal esa frase, pienso luego existo. Pues eso es vivir: pensar, el cerebro trabaja sin cesar, en la vigilia y en el sueño, él no descansa, sólo lo vence la muerte, la maldita muerte.

Y esa era la característica de Iván, estaba permanentemente pensando, creando vainas, inventando a más no poder. Tenía un cerebro privilegiado que le permitía estar siempre en acción, aunque estuviera quieto. Su capacidad de inventiva no tenía límites, y era eso lo que lo mantenía vivo, incluso en las terribles circunstancias en que está Venezuela, nuestro país.

Después de que cada uno cogió por su lado, él hizo también otras dos películas, Ifigenia y Tosca, pero aún después de ellas, su cerebrito extraordinario le siguió funcionando a millón, ya fuera inventándose otras posibles películas, dando clases u organizando panfletos y volantes e ideas para combatir al flagelo al que está sometido nuestro país. O creando páginas web o archivos donde iba metiendo el presente, el pasado e incluso el futuro en un mismo saco, es decir viviendo. Y ya no está viviendo, la maldita muerte se lo llevó, y yo no la perdono.  Seguiré luchando contra ella, aunque estoy seguro que al final me vencerá.

Millones de imágenes, de hechos, de situaciones, de anécdotas brincan en mi mente en estos momentos de todo lo que vivimos e hicimos juntos. El barullo es fenomenal, pero es que la mejor manera de combatir a la muerte es vivir, vivir plenamente, y ya, a estas alturas, cuando las condiciones físicas no son las mismas, lo que nos queda es pensar y lanzar al cerebro a volar. Yo, como Iván, me paso el santo día, pensando, escribiendo, elucubrando. Es el mejor ejercicio que uno puede hacer y la mejor manera de luchar contra la muerte.

No soy poeta —eso para mí es un misterio— pero viene a mi mente una de las más bellas elegías que un hombre escribió a otro: “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías” de Federico García Lorca, y envidio su pluma, pues hubiera querido escribir algo similar por Iván, mi hermano del alma. No tengo esa capacidad, pero te puedo decir que te pienso y con gran intensidad. Este artículo es sólo parte del dolor que siento.

Nos escribíamos con cierta frecuencia. La última vez que nos vimos en persona fue unos días antes de mi viaje a los EEUU, donde resido. Yo había quemado las naves de Venezuela, vendido mi apartamento y todo lo que en él había. Mis múltiples recuerdos de País Portátil se los llevé a él, sabiendo que entre sus grandes virtudes estaba el atesorar el pasado y resguardarlo. A Iván le gustaba recolectar cosas queridas. Tenía, por ejemplo, una de las más grandes colecciones de objetos de beisbol y, desde luego, que las que se referían a nuestra película común eran de sus favoritas. Espero que estén a buen resguardo en el futuro, aunque entiendo que el futuro en Venezuela está en dificultades, por decir lo menos.

Como se habrán dado de cuenta, este artículo no es más que una lucha por la vida contra la muerte, la muerte física que jodió a Iván, contra la muerte que representa el régimen que mata a Venezuela, aunque en mi cerebro, Iván y Venezuela van a seguir vivos para siempre.

Una de las últimas apariciones públicas que hizo Iván fue la larga entrevista que le hizo Omar Mesones para su extraordinaria serie sobre los personajes del cine venezolano y en algún momento de ella, cuando Omar le menciona nuestro trabajo conjunto, Iván dijo amorosamente, Antonio, el muérgano ese. Algún día, si mi batalla contra la muerte me lo permite, trataré de escribir mis memorias, por lo menos ya tengo el título: “Yo, el muérgano ese”. Gracias Iván.

 

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