Cultura y Artes

Moisés Naím: AMLO y Bolso explican el mundo

 

“Ofrecerse como el mesías salvador del país es mucho más atractivo que hablar de instituciones que limitan el poder presidencial y protegen al ciudadano”. (Ilustración: Giovanni Tazza). 

“Más de la mitad de los brasileños afirma que aceptaría un gobierno no democrático si soluciona los problemas. Las mismas actitudes se encuentran en México”.

Uno ya llegó al poder y el otro parece que está por llegar.

Andrés Manuel López Obrador (AMLO) será el próximo presidente de México, y Jair Bolsonaro (Bolso) lo puede ser de Brasil. El éxito político de estos dos líderes nos dice mucho del mundo de hoy.

Sus diferencias son profundas y sus parecidos reveladores. Los orígenes, carreras políticas, ideologías, estilos y propuestas de AMLO y Bolso son radicalmente opuestos. López Obrador es de izquierda y Bolsonaro de derecha. El mexicano ha antagonizado a los empresarios mientras que el brasileño promete una política económica liberal. También ha declarado una feroz guerra sin cuartel contra los criminales, mientras que López Obrador habla de una amnistía. A Bolso le gustan los militares y a AMLO los sindicalistas. Los medios de comunicación suelen caracterizar a Bolsonaro como homofóbico, misógino, sexista y racista. Naturalmente, está en contra del aborto y del matrimonio entre personas del mismo sexo. AMLO, en cambio, elude fijar posición sobre estos temas e insiste que está abierto a todas las ideas y que para decidir “consultará al pueblo”. Jair Bolsonaro admira a Donald Trump y detesta a Hugo Chávez, mientras que Andrés Manuel López Obrador es cauteloso en su relación con Trump, quien suele ofender a los mexicanos. Con respecto a Venezuela, el presidente electo de México se ha cuidado mucho de expresar simpatías hacia Hugo Chávez o su revolución bolivariana, cosa que no han hecho algunos de sus colaboradores, conocidos por su solidaridad con el régimen venezolano. En una de sus primeras declaraciones, Marcelo Ebrard, el secretario de Relaciones Exteriores de López Obrador, anunció que, para su gobierno, la crisis de Venezuela es un asunto interno de ese país y que por lo tanto no intervendrá en su política doméstica. Bolsonaro, en cambio, ataca a su contrincante Fernando Haddad afirmando que, de llegar este a la presidencia, sus políticas desencadenarían una crisis parecida a la venezolana. El general Hamilton Mourão, quién será el vicepresidente de Brasil si gana Bolsonaro, ha dicho que ellos no reconocerán al gobierno de Nicolás Maduro y que apoyan un cambio de régimen en Venezuela.

Las semejanzas de AMLO y Bolso son igual de interesantes que sus diferencias. Ambos llegaron a donde están gracias a tendencias globales que están rompiendo con la política y los políticos tradicionales en todas partes.

Los dos se han presentado ante los votantes como ‘outsiders’, candidatos marginalizados por las cúpulas de siempre. Su imagen y sus campañas se basan en el despiadado ataque a un sistema con el que, según ellos, nada han tenido que ver. Esto último, por supuesto, no es cierto. Ambos son políticos profesionales de larga trayectoria. AMLO militó desde muy temprana edad en el hegemónico Partido Revolucionario Institucional (PRI), organización en la que ocupó importantes cargos. Durante cinco años gobernó la populosa capital de México y fue candidato presidencial en las últimas tres elecciones. Bolsonaro, por su parte, ha sido diputado por casi tres décadas.

Pero que ambos se presenten como candidatos “antisistema” no tiene nada de particular. Es lo que hay que hacer para ganar elecciones en estos tiempos. Es una tendencia mundial. Reina la antipolítica, el rechazo popular hacia todos los líderes y organizaciones políticas que hayan tenido poder y responsabilidades de gobierno. No es de sorprender entonces que los políticos se estén disfrazando de “nuevos” y de personas sin culpa alguna de los males que tienen hartos a votantes cuyo mantra, ya universal, es “que se vayan todos” .

Desde esta perspectiva, AMLO y Bolso son candidatos “normales”. Lamentablemente, en estos tiempos también se ha hecho normal que ganen elecciones candidatos que muestran una profunda antipatía por las prácticas e instituciones que limitan el poder del presidente. Limitar la independencia del Congreso, sembrar el Poder Judicial con jueces “amigos”, atacar a medios de comunicación críticos al gobierno y crear fuentes alternativas de comunicación afines al presidente son, tristemente, parte del menú político que vemos de Hungría a Tailandia y de Estados Unidos a Turquía. Tanto Bolso como AMLO han tenido actuaciones y han dicho cosas que revelan que, en esto también, son políticos normales de estos tiempos. 

Esta guerra mundial que busca debilitar los pesos y contrapesos que limitan el poder presidencial se beneficia mucho de la profunda desilusión que muestran los votantes por la democracia. Más de la mitad de los brasileños afirma que aceptaría un gobierno no democrático si “soluciona los problemas”. Las mismas actitudes se encuentran en México.

La búsqueda del proverbial “hombre fuerte” que sea “nuevo” y luche contra la corrupción y los criminales, y traiga serenidad a sociedades traumatizadas por terribles niveles de violencia domina las preferencias de los votantes en Brasil y México. Ofrecerse como el mesías salvador del país es mucho más atractivo que hablar de instituciones que limitan el poder presidencial y protegen al ciudadano, independientemente de quién sea el presidente.

Esto lo entendieron bien Bolso y AMLO.

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